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Muerto por dentro

hace tiempo que no siento nada,
muchos creen que lucho,
pero lo cierto es
que estoy muerto.

Tal vez soy resistente
tal vez soy duro
tal vez soy un poco mas impermeable
pero lo más probable
es que no tenga más vida.

Vos te fuiste,
yo me fui.
Nadie me escucha,
yo no me escucho.

Es tarde para vos,
es tarde para mí.
Es tarde para todos,
pero el fin del mundo fue un fiasco.

hace tiempo que no se nada de vos,
hace tiempo que no se nada de mi.
hace tiempo que lo intento,
pero creo que ya estoy muerto.

llévate mis huesos y fúmatelos,
tal vez todavía hagan algo de efecto.

con amor... el viejo toby...

HATE (Te odio hija de puta)



Hoy rompí tus revistas,
y olvide por que alguna vez te tuve cariño.
Las rompí con bronca, furia
y especialmente odio.

No se si alguna vez me dijiste la verdad.
Mucho menos aún,
Si puedo creer algo de todo lo que me dijiste.

Desde que te fuiste tuve mis sospechas.
Nada de lo que me dijiste tenía sentido para mi,
Había algo más, algo no cerraba, algo faltaba.
Supongo que siempre sospeche de un tercero.
Pero nunca quise confirmaciones,
Prefería quedarme con la duda.

Pero el karma nunca fue muy benevolente conmigo,
Jamás me tuvo un cariño particular.
Le encantaba patearme las bolas,
hacerme sufrir, mostrarme lo que no quería ver,
reírse en mi cara, una y otra vez.

Hoy me entere algo de vos, las fechas no concordaban…
insulte, escupí, grite y maldije a tu dios.
Una vez más el karma se reia de mí,
una vez más me enteraba de algo que no hacía falta.

Ojala que la pases mal, que abortes otra vez,
que te vuelvas loca como tu hermana, que te mientan,
que te engañen, que te devuelvan lo que yo,
tanto tiempo después siento hoy…

Odio.

Mierda

(Por que es una palabra tan linda)


Mierda que me quedaron tantas cosas por decir, mierda que rápido te fuiste de mi vida, mierda que fuiste hija de puta, mierda como nunca entendiste nada, mierda mierda mierda mierda.
Mierda de amigo resultaste ser, mierda que me cagaste jodido, mierda que te cagaste en todo, mierda mierda mierda como te odio.
Mierda, por que simplemente quiero, mierda por que solamente veo, mierda por que no me queda otra alternativa, mierda mierda mierda ya no te quiero.
Mierda, por que nada sale como quiero, mierda por que todo es una mierda, mierda por que solamente veo mierda, mierda mierda mierda mierda.
No quiero mas mierda!


Cuidado que se vienen los zombies.


El otro día me tocaron el culo, aunque obviamente nada tiene que ver con el titulo de este post, me hizo pensar en una cosa. ¿Qué mierda voy a hacer cuando finalmente todo se vaya al carajo y esto se llene de zombies? Así que inmediatamente me puse a hacer una lista de todo lo necesario para sobrevivir.


Esta es la mía, no me hace falta más nada! vos te animas?


Y acá tenes el modelo vacío para que lo completes en tu casa y seas el alma de tu próxima fiesta, baile, asalto o pijamada. Si amigo, vos también podes!!.

Y cuidado con los zombies! Que no te muerdan el culo!


AHORA


Borracho de ron,
tabaco en mis venas
e ira en mi mente.

Musía en mis oídos,
la TV prendida y
sarro en mis dientes.

Pasado sin futuro,
futuro sin pasado y
un libro a mi lado.

Miro a mi costado,
no hay nadie acostado,
lloro por mi mente.

La bebida se vacía,
mi mente se embota.
Los hielos se derriten,
mi vida se agota.

Miro al cielo,
No veo las estrellas.

Me pregunto a mi mismo.
¿Por qué?

Tomo otro trago,
Prendo un cigarrillo.

Me vuelvo a preguntar
¿Por qué no se escribir poesía?

El día que mi abuelo volvió de la tumba para patearme las bolas.


Un intenso dolor comenzó a recorrerme el cuerpo entero. Partía desde mi ingle, una descarga eléctrica agudísima y se propagaba en todas las direcciones. Como si alguien me hubiese pateado las bolas, solo que, no había nadie a mi alrededor. Me dejé caer al suelo y grite con todas mis fuerzas.

- ¡La puta madre!

Con ambas rodillas apoyadas sobre el piso, encorvé mi cuerpo poniéndome en posición fetal. El dolor se iba volviendo más insoportable. Comencé a sentir nauseas, mientras temblaba de dolor.
Pasados unos minutos el malestar empezó a menguar; fue entonces cuando me percate de una presencia a mí alrededor. Me era imposible verlo, ya que mi frente estaba apoyada contra el piso. Tampoco podía oír pasos, respiración o ruido alguno. Sin embargo tenía la certeza de que alguien se encontraba en la habitación conmigo.

- Ahora tenes que ladrar. – dijo una voz.

Recibí una patada en el costillar y mi cuerpo rodó sobre el suelo. Fue entonces cuando finalmente, estando tirado de costado, pude ver el rostro de mi atacante.

- ¡Viejo de mierda, se supone que estas muerto! – dije sorprendido, mientras me ponía de pie.

Mi abuelo me seguía con la mirada fija, directo a mis ojos, nunca la apartaba. Una mirada fría, vacía y penetrante; con su rostro inexpresivo, aunque de su boca salían carcajadas atronadoras.

- ¿De que te reís viejo choto?

Le lance un puñetazo con todas mis fuerzas, mi mano atravesó su cuerpo y caí de lleno al piso. Mientras el viejo seguía riéndose.

- Ahora tenes que ladrar. – me volvió a repetir.

Intente ponerme de pie para lanzarle otro golpe, pero una fuerza impedía que lo hiciera. Cuanto más lo intentaba, más me costaba. Finalmente me resigne.

- ¡La puta que te parió! Toda mi vida me trataste como a un perro. ¿No fue eso suficiente? ¿Ahora tenes que volver y pedirme que ladre?

- Te trate siempre como un perro, por que eso es lo que sos. – me respondió con su rostro inexpresivo.

- Podes decir lo que quieras… Podes haberme tratado siempre como un perro… ¡¡Pero nada de eso importa!! ¡Ya que siempre bailo sobre tu tumba, mientras rio por que te comen los gusanos!

Entonces su rostro se distorsionó, abrió su boca más allá de lo humanamente posible y de ella salieron ensordecedores sonidos guturales. Se acercó hacia mí, lo ultimo que vi fue su pié aproximándose a mi cara.
Cuando abrí nuevamente los ojos, me encontraba en el cementerio, acostado sobre su tumba. El cielo estaba oscureciendo. Una brisa helada me congelo hasta la medula. Sabía lo que significaba. Me abrí la bragueta del pantalón y me puse a pillar sobre la tumba.

- Se que estas acá… esto es para que veas que no estaba mintiendo… - dije en voz alta.

Me cerré la bragueta y Salí caminando de ahí. Nunca más volví. Con que él lo hubiese visto, para mí ya era suficiente.

ESTO ES PARA VOS VIEJO DE MIERDA. ESPERO QUE LA ESTES PASANDO MAL. ESTÉS DONDE ESTÉS.

Seres de la Tierra!! Me tienen las pelotas llenas!!


Hace tiempo que no publico nada en el blog. En parte por que ando carente de inspiración, pero también por que fui convencido; y no con mucho esfuerzo, de participar en un emprendimiento Croto-Literario. ¿Qué quiere decir esto? Ni yo lo se. Bueno, en verdad si, pero no planeo divulgarlo todavía. Principalmente por que Dios me odia y trata de cagarme cada vez que puede. Por lo tanto vamos a tirar un poco de mierda.

Mierda 1: Estoy podrido de la gente que no va de frente.

Cada día me encuentro con más y más pelotudos que no son capaces de dar la cara. No creas que no me doy cuenta, no soy un idiota, se te nota cuando la careteas.
Parecería que la gente perdió los huevos de la noche a la mañana. Incapaces de dialogar, esperan que mágicamente todo se solucione, pretendiendo que no pasa nada. Sin embargo, eso jamás va a pasar. ASI ES, MANGA DE FORROS!!! JAMAS VA A PASAR!! ASI QUE DEJA DE CARETEARLA, DEJA DE SUBESTIMARME Y TENÉ LOS HUEVOS PARA HABLAR!!!


Mierda 2: Tengo las pelotas llenas que la gente entienda lo que tiene ganas de entender.

Esto es algo con lo que tuve que lidiar toda mi vida, algo que siempre me hincho soberanamente las pelotas y no tiene aparente solución.
En teoría, según me enseñaron alguna vez, lo que distingue a los humanos de los animales; es tener un lenguaje articulado. Yo me pregunto. ¿Para qué mierda tenemos un lenguaje articulado sin nadie lo sabe usar?
Podemos diferenciar claramente dos subespecies de humanos que no aprendieron todavía a usar el lenguaje articulado. Dejando, obviamente de lado a los cabezas. No no, esos no son seres humanos, solo monos que perdieron el pelo.

Humano sin lenguaje articulado clase 1: Esta subespecie se caracteriza en ser incapaz de enfrentar un hecho que no comprende del todo. Si dicho individuo malentiende el significado de lo que dice otro individuo. Se limita a guardar silencio y llenarse de rencor.
Ej:
- Todos los humanos me tienen las pelotas llenas. – dice el individuo numero 1.
- Ahh, así que yo también te tengo las pelotas llenas. – comienza a pensar el humano sin lenguaje articulado clase 1. – Todo lo que hice por vos. Todos los favores, las veces que te acompañe, las veces que salimos juntos, etc etc.
(El individuo comienza a rumiar odio para sus adentros. Lo que eventualmente hará que deje de tener trato con el sujeto numero 1. Hasta que éste, que si esta dotado del poder del habla, le pregunte eventualmente “¿Qué te pasa, estas enojado/a?").

Humano sin lenguaje articulado clase 2: si bien podríamos categorizar a esta subespecie como un humano con lenguaje semi-articulado. Su imposibilidad para hacerse entender, hace que sea clasificado, como una variación de esta especie.
Ej:
- Todos los humanos me tienen las pelotas llenas. – dice el individuo numero 1.
- ¡Sos un pelotudo! – irrumpe violentamente el humano sin lenguaje articulado o semi-articulado clase 2. – ¡Tene cuidado con lo que decís! Por que te puedo terminar cagando a trompadas. Pelotudo de mierda, conchudo hijo de puta, la concha de tu vieja, forro del orto.
(El individuo comienza a enumerar, en un principio una cantidad de insultos considerables. Para eventualmente proceder a recriminar hecho sucedidos hace años atrás.)

Si bien este sujeto, es capaz de tener cierto tipo de lenguaje articulado. No aprendió aún la forma de usarlo apropiadamente. Esto, proporcionándole una gran frustración, dado que le imposibilita solucionar posibles malentendidos; lo lleva a reaccionar en primera instancia usando la violencia verbal. Y dependiendo de la compasión del humano con lenguaje articulado, recibirá una paliza o no.

Mierda 3: Odio no poder escribir lo que tenia ganas de escribir.

Por ultimo, dado que todo lo anteriormente dicho, no era o al menos no salió como pretendía que lo hiciera. Voy a limitarme a decir lo unico que en verdad tenia ganas de decir.

ANDATE A CAGAR!
ANDATE A CAGAR!
ANDATE A CAGAR!
ANDATE A CAGAR!
ANDATE A CAGAR!
ANDATE A CAGAR!
ANDATE A CAGAR!
ANDATE A CAGAR!
ANDATE A CAGAR!
ANDATE A CAGAR!
ANDATE A CAGAR!
ANDATE A CAGAR!
ANDATE A CAGAR!

Todos quieren ser como César Millán.


Había sido uno de esos días, cada vez más frecuentes, en los cuales Miguel se sentía de otra raza. “¿Acaso la gente ya no era capaz de hablar?” se preguntaba para sus adentros. “Debe ser más fácil suponer lo que piensa el otro; y actuar en base a esa suposición, que tomarse el trabajo de hablar y ver que es lo que pasa realmente”, se respondió si mismo. Siguió caminando a la deriva, durante un buen tiempo, todo estaba confuso dentro de su mente. Cada día le perdía más la fe a la humanidad, pasaba días enteros intentado evitar en la mayor medida posible, el trato con otros seres humanos.
Eran alrededor de las tres de la mañana, cuando sumamente deprimido, llegó al único kiosco abierto a esas horas, para comprar una cerveza. Rodeó un grupo de chicanos que se encontraban al lado de la ventana. Pidió una cerveza de litro, la destapó y se sentó en un escalón que había en el frente de una casa a unos diez metros de distancia. Se sumergió profundamente en sus pensamientos, no tenía ganas de ser sociable.
Terminó la cerveza, su cabeza seguía siendo un torbellino de ideas, no había logrado silenciarla. Se puso de pie, caminó nuevamente hacia la ventanilla, pidió otra cerveza. La destapó, pero cuando se dirigía una vez más a su refugio de soledad, fue detenido.

- ¡Eh Yunta!, no va a seguir tomando solo, ¿Oh, si? – dijo una voz amistosa.

Miguel conocía a algunos de ellos, por frecuentar aquellas calles. Pero nunca había cruzado palabra, mas que alguna que otra vez. Bajó la mirada y se acercó caminando tímidamente. El hombre que lo había llamado lo detuvo a medio camino.

- Pibe, con vos esta todo bien…vos sos rubio pero yo igual te banco. – comenzó diciendo. - ¿vos venís seguido por acá, no? – Miguel asintió con la cabeza sin pronunciar palabra alguna. – Bueno, te voy a explicar como son las cosas. Acá se habla con mucho respeto, no interrumpas a nadie mientras habla o te van a terminar acuchillando. Vení, esta todo bien.

Ambos se acercaron al resto del grupo. El hombre que le habló, se hacia llamar Alberto, presentó a miguel con el resto.

Bueno nene. – dijo un gordo sentado en una banqueta y reclinado contra la pared de un edificio. – nosotros tomamos como se hace en Perú. - Todos tomamos del mismo vaso, te servís lo que te vas a tomar, te lo tragas y lo pasas. Como vos compraste esta cerveza, empezas vos.

Miguel llenó el chop hasta pasada la mitad, bebió un largo trago y lo pasó. Alberto, que se encontraba a su izquierda lo miro levantando el entrecejo.

- No no, veo que no entendiste. Te tenes que tomar todo lo que te pusiste en el vaso y de un solo trago.

Miró el fondo del cuenco a través de la bebida, era un largo camino por recorrer. Sabia que se le iba a subir rápidamente a la cabeza e iba a terminar diciendo estupideces. Probablemente lo iban a terminar moliendo a golpes, pensó para sus adentros, pero ya estaba en el juego; no le quedaba otra alternativa que jugarlo, respiró hondo y bebió todo el contenido. Casi sin aliento, paso el chop hacia si izquierda, mientras escuchaba las carcajadas del resto de los presentes.

- El pibe tiene coraje. – dijo uno de los presentes.

Todos volvieron a reír. Algunos hacían comentarios en quechua, que él no lograba entender, volvían las risotadas. La bebida se le había subido rápidamente a la cabeza, no estaba acostumbrado a beber tan de golpe. Alberto sirvió lo que considero que iba a tomar y lo bajo de un solo trago. Lo miró.

- Vos no la pones desde hace tres meses. – dijo señalándolo con un dedo, mientras se le escapaba una risa.

Todos estallaron en carcajadas nuevamente.

- ¿Cómo sabes eso? – dijo ruborizado.

- Cuando terminas de tomar, tenes que tirar la borra al piso. Sino el que se la toma, descubre tus secretos. – dijo el gordo que estaba sentado en la banqueta.

Siguieron bebiendo. El vaso pasaba rápidamente de mano en mano, miguel entendía cada vez menos. Todos reían, él a veces reía en serio, otras solo pretendía entender que le decían. De vez en cuando aparecía alguien nuevo, ofrecían stereos de autos, celulares y otros artículos de dudosa procedencia. A veces alguno compraba algo, pagando una ínfima fracción de su valor, otras veces los echaban a insultos o lo ahuyentaban arrojándole botellas. A miguel lo seguían llamando yunta, preguntó por qué, le contaron que significaba amigo en Perú. Aparecieron unos chicos con unas llantas de automóvil, intentando venderlas, los echaron a los gritos. El gordo le contó que los inexpertos traían problemas, el era el dueño del kiosco y no se iba a ensuciar por ninguno. Tenia a la policía arreglada, pero si las cosas eran muy obvias, el iba a ser el primero en agarrar al culpable y meterlo dentro de la patrulla. “esta todo bien, mientras sepan jugar. Si no saben, que se vayan a otro lado”. El auto policial había pasado algunas veces frente al kiosco, el ambiente se estaba tenso. Parecía ser una noche lenta para la ley, andaban buscando a algún despistado para arrestar.
Fue a eso de las cuatro y media de la madrugada cuando apareció una joven pareja con un pequeño perro. El muchacho compró una cerveza, mientras todos los presentes, le miraban el culo a su novia. Ella lo notó, ellos le sonrieron, le guiñaron un ojo o le hacían gestos con la boca.

- ¡eh, yuntas! ¿No se la van a tomar solos, no? – dijo uno de los chicanos que parecía japonés.

Alberto se les acercó e hizo las pertinentes introducciones, que anteriormente había hecho con Miguel. Los acercó junto al resto y anuncio que sus nombres eran Jimena y Rubén. Pablo, el peruano de rasgos orientales, se aproximó al pequeño perro e intento acariciarlo. El diminuto can comenzó a ladrar y mostrar los dientes. Este agarró rápidamente la correa, le dio un ágil pero firme tirón mientras le chistaba “Chiiii”. El perro inmediatamente detuvo sus ladridos, se quedo quieto al mismo tiempo que bajaba la cabeza y escondía el rabo entre las patas.
Jimena se dio media vuelta y sin aparente razón alguna, comenzó a alejarse. Rubén la alcanzó y la detuvo agarrándola de la mano. Empezaron a hablar, nadie escuchaba lo que decían, hasta que ella levanto la voz.

- ¡Rubén, ¿nos podemos ir?, ¡estos negros no me dejan de mirar el culo! – dijo mientras gesticulaba exageradamente con las manos.

- No se quien es mas histérico, ¿el perro o la novia? – dijo el gordo sentado sobre la banqueta.

Todos comenzaron a reír nuevamente, mientras el chop de cerveza volvía a dar vueltas. Miguel ya estaba sumamente borracho, intento acariciar al perro, éste le tiro un tarascón, dejándole marcados los colmillos en la palma de la mano.

- Nooooo, nunca tenes que acercarte a un perro con la palma para arriba. – Le dijo Alberto. – si vos te acercas de esa manera el perro tiende a morder. Vos te tenes que acercar así, ¿ves? – mientras le mostraba. – cuando vos te acercas con el puño cerrado, acercándole esta parte a la nariz. - decía indicando el dorso – entonces el perro te huele, pero no te muerde, por que no se siente amenazado.

- igual este perro no debería estar en la ciudad, es un perro de caza. – le aclaro Pablo, el oriental. – Es un perro para cazar en madriguera, se mete y se mete hondo, eh! Caza zorros, esteee…como se llaman los otros, bueno, comadrejas, hurones. Esta hecho para eso, si vos te fijas se la pasa todo el tiempo olfateando – dijo mientras lo señalaba. – ves, ves, miralo como no para de olfatear. Este perro es así, por que no lo sacan a pasear lo suficiente, es un perro con mucha energía.

- si si si si – continuo diciendo Alberto. – éste no es como el cocker, que también es un perro de caza, está hecho para la caza de eeee…de aves, de patos. Va el cazador, le dispara al pato y el cocker inmediatamente sale corriendo a buscar a la presa. Y lo encuentra eh, puede correr por kilómetros y kilómetros, lo encuentra y lo trae de vuelta.

- ahh, ¿ustedes saben de perros? – dijo Rubén.

- sisisisi yo soy entrenador de perros. – dijo Alberto inflando su pecho de aire mientras hacia ademanes con las manos. Dejando ver una boca con apenas tres o cuatro dientes.

- Viste ese que esta en la tele… ¿como es que se llama? – pregunto Pablo.

- ¿El encantador de perros? – pregunto Rubén.

- Yo soy como ese…- dijo Pablo

- César Millán – le corrigió Alberto. – ¿y tu novia?

- se fue… - guardo silencio por un instante y luego continuó. - Que bueno, por que yo adopté a este perro hace no mucho, ya siendo grande. Y la verdad es que mucho no se que hacer. Hace lo que quiere… - dijo Rubén.

Pablo, el encantador de perros oriental, agarro la correa del perro y haciéndole una seña a su dueño para que lo siga, comenzó a llevarlo de acá para allá enseñándole como educar a su perro. Constantemente tironeándole de la correa, mientras hacia el mismo sonido con la boca “Chiiiii”.

- ¿Ves? Vos no tenes que esperar a que haga algo que no queres para corregirlo. Vos te tenes que adelantar y corregirlo cuando ni bien ves que distrae su atención. Mira, mira. – decía mientras caminaban de un lado para el otro.

- Ese es claramente un perro muy inseguro, ves como ladra, ese es un ladrido de perro inseguro. – le decía Alberto a Miguel. – ves lo que te decía, mira como huele todo el tiempo. Todos los perros tienen una energía y hay que aprender a hacer que la gasten, sino se vuelven perros desequilibrados. Yo empecé a entrenar perros cuando tenia catorce años, me ponía los protectores y entrenaba Dobermans. Que es un perro hecho para los policías, los militares. En un principio fueron hechos todos para lo mismo. Pero el pastor Alemán resulto ser mas útil para la policía, es un perro inteligente, obediente y fuerte. Mientras que el Doberman y el Rottweiler, terminaron siendo usados por los militares, por su agresividad, los sueltan y que hagan lo que quieran.

Alberto siguió hablándole a Miguel sobre las distintas razas de perros, sus orígenes, los que son violentos, los cazadores, los perros de pelea, las razas bien definidas, las que les falta cerrar la sangre, las que se usan como mascotas pero fueron creadas para ser perros de pelea, las gestas, los defectos, los problemas de un mal entrenamiento, etc. Durante más de una hora. Mientras, Pablo llevaban a Rubén de un lado para el otro, haciéndole practicar una y otra vez lo que le había enseñado.
Detrás de ellos, el resto de los chicanos, seguían riendo, tomando, haciendo bromas, algunas en español, otras en quechua. Algunos vomitaban, quedaban tirados en la calle y alguno se lo llevaba a rastras.

- ¿A quien queres engañar?, si te la pasas tranzado celulares. – gritó uno de los peruanos que todavía seguía en pie.

- Dale, encantador de perros, encántame ésta, que es desobediente. – Todos reían, seguían tomando.

- Todas las noches las mismas payasadas. – volvían a reír.

- Después cuando era mas grande empecé a entrenar perros de pelea. Pitbulls, Dogos, como se llama este…el perro japonés… el que es todo arrugado… el Shar Pei. La gente lo suele criar como un perro de familia, pero ese es un perro de pelea japonés, se agarran de los pliegues y se destrozan. – le seguía diciendo Alberto a Miguel, apenas haciendo breves silencios para respirar.

Fue cuando el cielo comenzaba a aclarar, que el auto de la policía se detuvo frente al kiosco. Ambos oficiales bajaron de la patrulla. El gordo se levanto súbitamente de su banqueta y se acerco a ellos.

- Desarmaron un auto, unas calles de distancia. – dijo uno de los oficiales. - ¿sabes algo al respecto?

- estee…- comenzó a decir el gordo.

- Sabemos muy bien que a vos no se te escapa nada. – Dijo el segundo oficial – te conviene colaborar…

- Fue ese, el colorado que esta ahí con el chino. Vino hace un rato pidiendo que lo cubramos y los chicos empezaron con su acto de los perros, como casi todas las noches. – se apresuro a decir el gordo.

Los policías desenfundaron sus macanas mientras se acercaban a Rubén. El primer golpe le dio de lleno en la nuca y se desplomó inmediatamente. Una vez en el piso le siguieron pegando durante un rato. No fue hasta que la sangre había manchado gran parte de la vereda, que se detuvieron, lo esposaron y lo arrojaron dentro del auto.

- Ustedes no vieron nada de esto. – dijo el segundo oficial, mientras se sentaba en el asiento del acompañante.

La patrulla arranco y se marchó rápidamente.

- Bueno pibe, se terminó la fiesta. – le dijo el gordo a Miguel. – llevate el perro, ahora es tuyo.

- ¿Yo para que quiero el perro este?

- No me importa, hace lo que quieras con el bicho, ahora es tuyo.

- Bueno…te lo cambio por un celular y dos stereos.

- ¿Me estas cargando pibe?

- Para nada…

- Te doy dos celulares y conformate.

- ¡Trato hecho!

Mi hijo es el Anticristo y es toda tu culpa.


- Primero que todo quiero agradecerles por venir a hablar conmigo a esta hora del día. Se que es incompatible con los horarios laborales. – dijo Cecilia Villanueva, la rectora del colegio. – Pero lo cierto es que creemos todos, en esta institución, que su hijo Martín estaría mas contento asistiendo a otra escuela.

Daniel y Alma se cruzaron las miradas, como tantas otras veces lo habían hecho. Esta vez, no necesitaban de palabras para entenderse, ambos estaban pensado lo mismo. “Esta mujer es tan tarada, que busca la solución mas fácil, deshacerse de aquello que no sabe como solucionar”. Él recorrió con la mirada los diplomas que colgaban sobre la pared, detrás de la rectora.

- Tantos diplomas de pedagogía y enseñanza; ¿y la única solución que encuentra es deshacerse de nuestro hijo? Esto claramente demuestra que usted no esta capacitada para ser directora de un colegio. – dijo Daniel en un tono que denotaba rechazo.

- ¡Escúcheme usted!… - Comenzó a decir la Señora Villanueva en un volumen elevado.

- ¡No, usted nos va a escuchar a nosotros! – dijo Alma interrumpiéndola. – En ningún momento vamos a tolerar que usted nos levante el volumen de la voz.

- Discúlpenme… - respondió mientras se encogía lentamente y agachaba la mirada.

- Ahórrese las disculpas si no son por motivos sinceros. – dijo Daniel secamente.

- Tan típico de esta sociedad. Siempre buscando culpables en lugar de buscar soluciones. – acotó Alma en un tono despectivo.

Ambos volvieron a cruzar miradas. Una pequeña mueca, casi imperceptible, se dibujo en sus rostros. “Padres dos, escuela cero”.

- Eso no es tan simple…- dijo la rectora interrumpiendo sus victorias. – En los últimos tiempos su hijo comenzó a hacer comentarios sumamente ofensivos, tanto para sus compañeros como para los integrantes de la institución. – hizo una pausa mientras encendía un cigarrillo. – lo cual intentamos mitigar, pero cuanto más se intentó, más ofensivos se volvieron sus comentarios. Y cito “Vos no entendes lo que es la fotosíntesis por que sos judío”, “la profesora no te tiene paciencia por que se la pasa la noche entera revoleando la cartera. Si te rompiesen el culo toda la noche, vos tampoco tendrías paciencia”, “No te mientas, no vas a ser astronauta de grande, vas a vender telas en el once con tu papa, por que sos judío”. – la rectora levanto la mirada de su hoja con anotaciones, mientras apagaba su cigarrillo en un cenicero repleto de colillas. – creo que con esto es suficiente para que entiendan mi punto.

Sus ojos se cruzaron nuevamente, “Padres dos, escuela uno”.

- ¿Me podes decir de donde aprendió eso martín? – Pregunto Alma.

- De mi seguro que no, sabes muy bien que a mi la religión me importa poco y nada. – respondió Daniel. – lo debe haber aprendido acá en la escuela.

- Le voy a pedir que no insulte la integridad de esta institución sin tener certezas.

“Padres dos, escuela dos”.

La puerta de la pequeña oficina se abrió repentinamente. Apareciendo una joven de cabellos castaños, con lentes de marcos gruesos y cubierta de acné juvenil.

- Cecilia, esta pasando otra vez. – dijo mostrando unos dientes recubiertos de metal.

- Síganme por favor.

Ambos se pusieron de pie, siguieron a la rectora fuera de su despecho y a lo largo del ancho pasillo decorado con dibujos y pinturas infantiles, entre los espacios que quedaban, entre las puertas de las aulas que estaban a los lados.
Alma y Daniel cruzaron sus miradas varias veces, toda esa situación les generaba rechazo. Detestaban el sistema educativo, lo que representaba y lo que generaba en los seres humanos. Muchas veces lo habían hablado, antes de tener que mandar a su hijo a un colegio, pero no tenían alternativa alguna. “el peor error que cometió el ser humano, fue permitir que el estado se meta en la vida privada de las personas” decía él sin cansarse de oírlo. Ella pensaba lo mismo, pero sabia que no tenían otra alternativa, las generaciones pasadas los habían cagado; ya era tarde para hacer algo al respecto, debían seguir las normas que sus antecesores habían impuesto.
Al aproximarse a la última puerta a la izquierda, comenzaron a oír un berrinche, que provenía del interior del aula. Se asomaron y miraron a través de un vidrio, decorado con un dibujo que decía “2do B”. En el interior pudieron ver a martín, con un tacho de basura colocado en su cabeza a manera de casco, golpeándolo contra el pizarrón.

- ¡Miren Miren, soy un judío pelotudo! ¡Me golpeo la cabeza igual que ustedes en el muro de los lamentos! ¡Soy un judío pelotudo! ¡Me golpeo la cabeza para pedirle a Dios un sándwich de moraleda! – repetía una y otra vez a los gritos, mientras la profesora se agarraba la cara con las manos, en señal de resignación.

Alma y Daniel enmudecieron de vergüenza. Se miraron, ambos ruborizados, “¿Qué es esto?” se decían con los ojos. “¿nosotros engendramos esta criatura?”, “¿Qué esta pasando?”, “no lo reconozco”.
La directora los aparto hacia un lado, abrió la puerta con un brusco manotazo e ingreso en la clase. Sin decir una sola palabra, agarro a Martín del antebrazo y le retiro groseramente su improvisado kipá; para luego salir al pasillo con el niño prácticamente a rastras.

- ¡Soltame vieja conchuda! ¡No me voy a olvidar de esto nunca! ¡Cuando te descuides te voy a mear la boca, te lo prometo! – gritaba alteradamente mientras era llevado a la rectoría.



La noche había caído, la escuela había quedado atrás, era hora de buscar una nueva. Alma y Daniel se encontraban en su alcoba, se sentían abatidos, humillados. Entraron al colegio pisoteando cabezas y la abandonaron con risotadas a sus espaldas. No existía manera de defender lo indefendible, su hijo era el demonio en persona y ellos lo habían visto todo. Les habían tendido una trampa o eso era al menos lo que creían.

- ¿ahora que vamos a hacer? – pregunto ella mientras se sacaba la ropa y la colgaba prolijamente sobre una silla.

- Vamos a tener que buscar otro colegio, uno que acepte monstruos fascistas.

- Es tu hijo del que hablas…no se si lo recordas.

- Lo recuerdo muy bien. Mi hijo es el demonio encarnado, que esta misma tarde, hacia una pantomima de Adolfo hitler frente a toda su clase. Ah…y no nos olvidemos que más de la mitad de sus compañeros de clase eran judíos.

- Seguramente es tu culpa, vos siempre estas de acá para allá, hablando mal de alguien. “el negro de mierda ese me re cago”, “el chino de la esquina es una rata apestosa”. ¿Ahora podes ver de donde lo sacó?

- Discúlpeme señora “no busquemos culpables sino soluciones”. Ahora que se trata sobre tu propio hijo y la lista de sospechosos se redujo entre vos y yo. Supongo que todo ese hipismo new age, solo lo podes usar para limpiarte el culo.

- ¿Cómo pretendes que reaccione? ¡Mi hijo es el Anticristo y es toda tu culpa!

- ¿Mi culpa? Vos te la pasaste años enteros tomando LCD ¿y ahora es mi culpa?

- ¡No me vengas con eso otra vez!

- No te vengo con nada, sabes muy bien que es así.

- ¿Te encanta, no? Siempre tenes que ganar… que bajo que caíste.

La puerta de la habitación se abrió bruscamente de par en par, golpeando contra la pared y produciendo un gran estruendo. Martín se encontraba parado en el lindel, sosteniendo un vaso de leche en las manos. Ambos enmudecieron inmediatamente, mientras el chico los miraba fijamente.

- Si no dejan de gritar para cuando termine mi vaso de leche, van a tener que dormir con un ojo abierto. – dijo finalmente.

- ¿Qué pasa mi amor? – respondió ella tiernamente.

- Pasa que quiero dormir y sus gritos no me dejan. – dijo con una cara inexpresiva. – tienen cinco minutos más, que es lo voy a tardar en tomarme esto. Si después de eso siguen, voy a volver cuando duerman y los voy a matar.

Martín se dio media vuelta y caminó a lo largo del pasillo.

- Malditos judíos, siempre gritando. – dijo mientras se alejaba.

Yo quería ser un borracho de la vieja escuela.


- Te volviste un amargado. – dijo María, sin levantar la mirada de la revista que tenia entre las manos.

Franco la miro detenidamente, sus ojos estaban llenos de odio. Ella no lo noto o aparentó no hacerlo. Apagó su cigarrillo, se dirigió a la cocina, se sirvió una copa de vino y volvió a su asiento.

- Gracias por pensar en mí. – pronuncio ella entre dientes, mientras apenas asomaba la mirada sobres las hojas de la revista.

Él ignoró el comentario. Sacó un calmante se su bolsillo, lo tomo con su primer sorbo. Sus facciones cambiaron repentinamente, su rostro palideció. Se puso de pie con mucho esfuerzo y avanzo lo mas rápido que pudo hacia el cuarto de baño. Ella lo escucho vomitar, tiro la cadena, se abrió el agua del lavamanos y se oyó que se enjuagaba la boca con agua. Lo vio volver a la habitación, agarro su copa de vino y se fue nuevamente a la cocina. Pocos segundos después volvió con un vaso con agua.

- Creo que me arruiné el hígado. – dijo mientras se sentaba nuevamente.

- No me extraña, si venís tomando como un animal. – respondió en un tono desinteresado, sin despegar la mirada de su revista.

- Me alegra que te preocupes por mi… - franco se detuvo, saco nuevamente un calmante y lo trago con un sorbo de agua.

- Si vos te queres matar es cosa tuya, yo ya me canse de preocuparme.

- ¿Quién te dijo que yo me quiero matar?

- Por la manera en la que tomas, cualquiera diría lo mismo.

- No entendes nada… - dijo él, casi susurrando.

- ¡Idiota! – grito ella mientras golpeaba una pequeña mesa ratona que se interponía entre ellos dos, con la revista doblada. - ¡Sos vos el que no entiende nada!, ¡siempre con tu maldita bebida!, ¡Vos y tu puta bebida!

- Sufro de dolor, no se si te diste cuenta…no tenes idea lo que es vivir con un dolor constante… - le respondió en un tono lento y monótono, mientras levantaba la mirada apuntando al techo.

- Ya se que tenes dolor, desde el accidente que no hablas de otra cosa. Vos, tu dolor, tus calmantes y tu puta bebida. Ya me tenes cansada, siempre con lo mismo. ¿No te aburre hablar siempre de lo mismo? – dijo ella con aquel tono de voz que él tanto detestaba.

- Aparentemente no… - hizo una pausa, encendió un cigarrillo. – Vos por que la sacaste barata, saliste volando por el parabrisas. Pero fui yo el que se quedo atrapado adentro durante horas, con el motor aplastándole las piernas.
- Vos, vos, vos y vos. ¿Y yo que? Yo también salí lastimada, ¿o no te acordas?

- Claro que me acuerdo. Desde entonces que según vos yo soy un amargado y para mí, vos te volviste una perra fría.

- Prefiero ser una perra fría que un borracho adicto a los calmantes.

- Disculpame por no ser masoquista como vos. Pero a mi el dolor no es algo que me de placer.

- ¿Ironico, no?

- ¿Qué cosa?

- Que me llames a mi masoquista, cuando sos vos el que se mata de a poco.

- Yo no me mato de a poco, lo único que hago es evitar el dolor, es todo lo que me importa.

- Eso lo se muy bien, ya que yo te deje de importar por completo. Siempre hablas de vos, de tus piernas, tu dolor, tus calmantes ¡Y tu puta bebida!

- Disculpame, debería ser menos egoísta, ya lo se. ¡Tal vez debería putear por tu dolor, para variar un poco! ¿No te parece?

Maria se puso de pie y desaprecio en la cocina. Después de unos minutos volvió con dos copas de vino ya servidas. Se sentó en su asiento del otro lado de la mesa ratona y apoyo las dos copas sobre esta.

- Ah, perdoname, me olvide que no podes tomar.

Se volvió a parar, agarro una de las copas de vino y se la arrojo a franco. Su mala puntería hizo que la copa pasara a más de medio metro de su cara y se estrellara al final de la habitación.

- Ese es un buen vino, no deberías desperdiciarlo así.

- Idiota… - murmuro ella mientras volvía a tomar asiento.

- Tal vez se me pase, si le doy un poco de descanso a mi hígado.

- ¿No pensaste en ir al medico? – dijo ella volviendo a su tono desinteresado que franco tanto odiaba.

- ¿Para que?

- ¿Cómo para que? Por que no te sentís bien.

- Los médicos no me gustan, me traen malos recuerdos.

- A nadie le gustan los médicos.

- Pero a mi menos que a los demás. Ya me lo puedo imaginar. Ellos, con su típica sonrisa falsa y su maldita mirada que dice “todo esta bien, pero en verdad te quiero sacar hasta el ultimo billete. Y si no encuentro nada, te saco el apéndice para comprarme un auto nuevo”. Los detesto.

- No todos son así, todavía queda gente honrada en este mundo.

- Esos son los peores. “hola, que le pasa cuénteme”, “bueno doctor, vera…, lo que pasa es que creo que me arruine el hígado”, “¿y por que piensa eso?”, “bueno vera doctor, mi cuerpo no me tolera mas el alcohol, si tomo un sorbo lo termino vomitando”, “¿usted toma mucho?, “bastante”, “¿Cuánto es bastante?”, “lo suficiente como para considerarme un borracho de la vieja escuela”, “bueno, le dejo anotado acá unos estudios, hágaselos y después hablamos”. Esos son los que siempre te hacen sentir como una basura y después de eso, te operan para comprarse un auto nuevo.

- Sos un idiota… - dijo ella mientras terminaba su copa de vino.

Il risveglio dal morto vivente‏.

La noche anterior, Franco había tenido una extraña visita, que lo había dejado pasmado. Al irse ella de su casa, revisó su apartamento en búsqueda de alcohol. Encontró tres cuartos de whisky, colocó un disco en su viejo tocadiscos y bebió hasta quedarse dormido sobre su sillón.
A la mañana siguiente, para su sorpresa, se despertó sin resaca. Sonrió para sus adentros. Se levantó tambaleando por el sueño, su visión estaba nublada, veía con poca claridad y se dirigió hacia el baño, chocándose con todo a su paso. Abrió la puerta de un codazo y encendió la luz. Las paredes recubiertas de moho, emanaban un olor particular, que le recordaba a un húmedo amanecer en el cementerio. Intento mirarse al espejo mientras se lavaba la cara, pero recordó que una semana atrás un borracho lo había roto de un cabezazo. Dio media vuelta, enfrentado el inodoro, bajo su bragueta y busco con sus manos su artefacto.

- NO TENGO PIJA!!!!! - Resonó increíblemente fuerte por todo el departamento.

Corrió desesperado hacia la sala de estar, buscando la luz solar, esperando que todo fuese una alucinación. Le imploro a todas las deidades que aquello fuese tan solo un invento de su cabeza. Prefería aceptar que se estaba moviendo loco o que tenía los efectos del delirium tremens, cualquier cosa era mejor que eso. Al ser iluminado por la luz que atravesaban las ventanas, su visión se aclaro finalmente. Revelando unos huesos de caderas y un gran espacio vació, donde se suponía que debería estar su ingle. Miro sus manos, estas no tenían piel o carne alguna, solo se veían los carpios y metacarpios flotando en el aire. Fue entonces, al quitarse toda la ropa, que vio que era un esqueleto.

- LA PUTA MADRE!!!! – grito a todo “pulmón”.

Súbitamente recordó la noche anterior, las imágenes volvieron a pasar ante sus “ojos”, las tenia grabadas en el fondo de su hueco cráneo expuesto. Justo después de terminar su cena, restos de comida que quedaban en el interior de su heladera, cuando alguien llamó a la puerta. Para su sorpresa, del otro lado se encontraba una llamativa morocha de piel increíblemente blanca. Con unos labios carmesí que resaltaban aún más, que sus verdes y profundos ojos. Le dirigió una sonrisa, pidió por entrar y tomo asiento en su sofá.

- Hace tiempo que quería pasar a visitarte…

- ¿Te conozco?

- Todos me conocen…y yo los conozco a todos.

- Yo conozco pocas personas y recuerdo cada una de sus caras. Puedo asegurar que la tuya no la recuerdo.

- … O tal vez, no queres hacerlo. ¿Tenes algo para tomar?

Revisó en cada una de las portezuelas de su improvisada y mugrosa cocina, hasta que encontró una botella de vino. Enjuagó, incompetentemente, las dos únicas copas que tenia; y las llenó de vino, mientras tomaba asiento frente a ella. Quedaron en silencio un largo rato. La mujer contemplaba minuciosamente su copa, mientras él se preguntaba, quien era su extraña visita.

- ¿Alguna vez te pusiste a pensar cuantas personas dieron sus vidas, para que vos disfrutes de este vino? – dijo finalmente su invitada.

- No, para serte honesto, en este momento estoy pensando, quien sos vos y que haces en mi casa.

- Digamos que soy una vieja amiga, que viene a cobrar una deuda. – respondió, mientras se dibujaba una amplia sonrisa en su rostro.

Franco comenzó a sentir un leve cosquilleo en su mano derecha. Al levantarla, vio que una pequeña cucaracha caminaba sobre ella. La sacudió velozmente, el insecto salio disparado y cayó dentro de su copa de vino. Sus piernas empezaron a zapatear nerviosamente, crujiendo con cada golpeteo. Fue entonces, cuando notó que todo su apartamento estaba recubierto de una alfombra de cucarachas, gusanos y demás criaturas rastreras. Una gota de frió sudor le recorrió la frente, mientras su mirada se cruzaba con la de ella. La habitación entera se envolvió en llamas que devoraban todo el interior, menos a ellos dos. Las flamas no lo quemaban, mas bien sentía un frió aterrador, cada vez que las lenguas del fuego lo tocaban.

- Bueno, me tengo que ir. – dijo su visita, mientras las llamas desaparecían y todo retornaba a la habitual. – No te preocupes en acompañarme, se donde está la puerta.

Mientras el esqueleto, que una vez había sido Franco, emergía de sus recuerdos. Se encontró a si mismo, tomando los restos de la botella de vino, de la noche anterior. Sus amarillentos huesos, ahora empapados de moscatel, habían tomando un tinte rosado.

- Lo que me faltaba. – gruño en voz alta. – ahora además, soy un esqueleto rosado!!!

Paso la siguiente media hora, revolviendo su departamento, buscando algo de ropa para cubrir enteramente su cuerpo. Necesitaba ayuda, estaba entrando en un profundo estado de desesperación. Por alguna extraña razón que no terminada de entender, de la noche a la mañana, había dejado de ser un hombre. Ahora se parecía mas a un objeto de exhibición de algún tipo de museo. Finalmente logro encontrar el pasa montañas que le habían regalado años atrás y jamás había usado. Lo coloco sobre su cráneo, ahora teñido de rosa, rellenándolo de papel higiénico para intentar disimular un poco más, su calaverita cabeza envuelta en tela de lana. Por ultimo se coloco unos lentes oscuros y salió a la calle.
Caminó increíblemente ligero, las quince calles que separaban su departamento del de Mónica, su pareja. Ya hacia tres años que salía con ella. Las cosas no habían sido fáciles, pero finalmente todo parecía estar encajando. En el último año, él había logrado soltarse, como ella siempre le había pedido que haga. Siempre criticándole, en cada pelea, que él no se dejaba conocer. Sin embargo, sus anteriores relaciones habían sido todo lo contrario. Cuanto más lo conocían, más se alejaban, hasta que finalmente no quedaba nada. Pero actualmente, se había sentido realmente feliz de haberla conocido. “Eso de hablar, no es tan malo” se decía para sus adentros. Tal vez era tiempo de aceptar el curso normal de la vida, madurar, establecerse; y con ella, no le parecía una mala idea, en absoluto.
Mientras recorría el camino hacia los brazos de su amada, esperando consuelo, unas palabras de ánimo e incluso alguna idea de cómo solucionar su actual situación. Se encontró con que la gente lo evadía, como si se tratara de un leproso. Al mirar su reflejo en el escaparate de un negocio, vio cuan ridícula era su silueta. No tenia carne que le rellenara la ropa, era ropa colgada de una percha huesuda. Con una cabeza realmente deforme, abultada irregularmente por las pelotas apelmazadas de papel higiénico.
Mientras intentaba, inútilmente, parecerse lo más humanamente posible. Acomodando sus prendas e intentado darle a su cabeza rellena una forma humanoide. Se percato que algo estaba tironeando de uno de los pliegues de su pantalón.

- ¡¿Puede hacer que su perro me deje de joder?!

- ¡Boca sucia! - gruño la vieja coqueta.

- Si no hace que pare, se lo piso y fin del problema.

La señora acelero el paso, espantada, mientras arrastraba al pequeño adefesio acogotado por la correa. La lengua se le escapaba de lado y sus ojos amenazaban con salirse de la cara. Mientras el tapado de piel le golpeaba en el hocico a cada paso, su boca se cerraba y le mordía la lengua involuntariamente.

- Bueno, no hay mucho que pueda hacer, mejor sigo. – pensó en voz alta.

Al llegar al edificio donde Mónica vivía, tuvo la suerte de que ella no bajara a abrirle. Se le hubiese complicado demasiado entrar sin dar explicación alguna en plena calle, pensó para sus adentros. Lo atendió por el portero eléctrico, hizo sonar la chicharra y la puerta cedió de un empujón. Franco no se animo a subir por las escaleras, se imagino resbalándose y partiéndose en mil pedazos. Entonces toda su realidad adquirió una nueva perspectiva en su huesuda cabeza.

- ¿Si me rompo en cientos de partes, moriré o seguiré viviendo? – se pregunto a si mismo.

Prefirió no conocer la respuesta y monto sobre elevador. Aquella subida de tres pisos le pareció eterna. No tenia la mas mínima idea de cómo iba a contarle, que ahora era un esqueleto viviente. Al detenerse el ascensor, rechinido intensamente, como era normal que lo haga. No llego a poner su mano sobre el timbre, que ella ya había abierto la puerta.

- ¿Qué haces así disfrazado payaso? Veni pasa.

- Hay algo que tengo que contarte…y la verdad es que no se como hacerlo. – dijo franco mientras se sacaba uno de los guantes y exponía su huesuda mano.

- ¿Esto es un chiste? No me da ninguna gracia, eh!

- Ojala y esto no es todo.

Al terminar de decir esto, comenzó a sacarse toda la ropa. Los ojos de Mónica se abrieron de par a par y estallo a carcajadas.

- ¡Sos un esqueleto rosado! – dijo mientras reía estrambóticamente.

- ¡¿de que te reís tarada?!

- ¡De vos, esqueleto maricon! – siguió diciendo entre risas, mientras se dejaba caer al suelo.

- ¡La puta que te parió, miame! vengo a decirte que soy un esqueleto y ¡¿vos te me terminas cagando de la risa en la cara?!

- Jajajajja disculpame, esto es demasiado jajajjaa, sos un esqueleto rosa jajajajjaa – decía mientras daba palmadas en el suelo.

- ¡Para de reírte un poco concha frígida!

- Ahh nooo, el esqueleto de Valentino liberace, no va a venir a mi casa y tener el tupe de llamarme concha frígida. ¡Andate hijo de puta!

- ¿Me estas cargando? Vengo con un problema, te me reís en la cara ¿y por que me enojo me hechas? ¡¿No te das cuenta que soy un maldito esqueleto?!

- ¿Y yo que culpa tengo? A mi no me insultas ¿entendiste?

- ¿No crees que viéndome así, no puedo tener el derecho de estar un poco irritable?

- Bueno, si, supongo. – dijo mientras bajaba la mirada hacia el piso. Al levantarla, para volver a mirarlo, su piel palideció. - NO TENES PIJA!!!!!

- ¿Crees que no lo note?

- Necesito un minuto para pensar esto. Es demasiado para mi…

Mónica caminó una y otra vez de un lado a otro del departamento. Se detuvo durante un instante para encender un cigarrillo, para luego volver a caminar. En su cara se iban dibujando y desdibujando gestos, como si estuviese hablando pero sin gesticular. Entró en la cocina, salio de ella con una copa de vino, para seguir yendo de acá para allá. Pitaba su cigarrillo de una manera frenética. Las cenizas se acumulaban hasta que caían solas por su peso.
Franco comenzó a impacientarse, ya conocía aquel ritual que tenia, frente a situaciones que la superaban. Sabía muy bien que, en aquel momento, su cabeza era un torbellino de pensamiento. Analizando todas las posibles situaciones y re estructurando su vida a partir de ellas. Imaginando el resto de su vida, basándose en cada una de las posibilidades que aparecían en su mente.

- Bueno. – rompió finalmente el silencio. – ¡No!

- ¿No? ¿No, que?

- No, esto no es para mí. Puedo soportar muchas cosas y Dios sabe que lo hice. Pero esto no.

- ¿Qué me estas diciendo?

- Que no puedo amar a un hombre sin pija.

- No puedo creer que me estes diciendo esto. Necesito tu ayuda, me imagino que esto es solo temporal, tiene que ser temporal.

- ¿Se supone que me tengo que creer eso? ¿Qué te va a crecer la piel de la noche a la mañana?

- Se me fue de la noche a la mañana. No veo por que no pueda reaparecer de la misma manera.

- Bueno, pero yo no voy a estar acá llorando por vos, mientras logras un milagro. ¡No soy Penélope! Tengo mis necesidades.

- ¿Tanto te hierve la concha que no podes esperarme?

- Franco… se terminó… sos un esqueleto. Búscate una zombie o lo que sea, pero esto se terminó acá. Andate por favor. – dijo mientras se alejaba y cerraba la puerta de su habitación.

Cubrió su huesudo cuerpo, lo más rápido que pudo, sintiéndose totalmente humillado. Gritando, “puta de mierda”, antes de cerrar la puerta de un portazo. Llegó a la calle y comenzó a caminar sin rumbo, mientras pensaba en todo el tiempo desperdiciado en aquella mujer. Tantas palabras y charlas que terminaron siendo vacías, todas esas payasadas de compartir, eran solo un show. Una mujer de verdad lo hubiese ayudado. “a quien estoy tratando de engañar” se aclaró a si mismo. “todos se escapan cuando las cosas se ponen difíciles. La diferencia es que algunos aguantan más que otros”.
Luego de seguir mascando rabia para sus adentros, durante un largo rato. Franco se encontró parado frente al cementerio local. Viendo que estaba mas muerto que vivo, decidió entrar, “y tal vez no salir”, se cruzo por su cabeza mientras adelantaba la entrada del complejo.
Transitó alrededor de las parcelas, nichos y bóvedas durante aproximadamente una hora. Sintiéndose realmente a gusto en aquella pacifica necrópolis. Cuanto más recorría, más le atraía la idea de vivir ahí. Intento abrir una bóveda adornada con gárgolas, pero el esfuerzo fue demasiado. Paso los siguientes quince minutos encontrando la manera de volver a insertar su mano izquierda en su cuerpo. Sus huesos no se rompieron, ni se astillaron, pero aprendió que ahora era un ser desmontable. Toda la situación le resulto muy deprimente. Al parecer, según su perspectiva, no existía forma de ponerle fin a su dilema. Excepto, enterrar su cuerpo bajo tierra y esperar a que sus huesos se descompusieran del todo. Tal vez, solo entonces, moriría de verdad.
Recorrió el cementerio, buscando una tumba recién cavada, para llevar a cabo su plan. El cual consistía, en encontrar un agujero recién hecho, introducirse en él, cubrirse con tierra y una vez que depositaran un ataúd y lo taparan, era cuestión de esperar a que los gusanos y demás alimañas hicieran su trabajo. Tarea que no le costo mucho trabajo, ya que todos los días muere alguien. Pero al arrojarse de cabeza en el primer sepulcro que encontró, una voz le llamo la atención.

- ¿Qué crees que estas haciendo?

- estee… - Titubeo por un segundo, hasta reconocer al dueño de aquella voz. - ¡vos! ¡Es tu culpa que yo este pasando por esto!

- Veo que realmente no recordas nada… - dijo la misma mujer que la noche anterior había visitado su departamento. Ahora parada en el borde de la fosa.

- Si, recuerdo que viniste a mi casa. Me hiciste alucinar de alguna manera, que todo se prendía fuego y al día siguiente, era un esqueleto. – le respondió mientras se sacaba la ropa y le mostraba su nueva forma.

- Jajajajajaja – rió histriónicamente. – solo estas recordando una parte de la historia.

- ¿Se supone que hay otra?

- Si, hace unos diez años, exactamente.

- Si tuviese cara, en este momento estaría poniendo cara de tarado. Pero como no tengo, te lo digo.

- Vamos, salí de ese pozo y te lo explico. – le respondió con una calida sonrisa dibujada en su rostro y extendiéndole una mano para ayudarlo a salir.

- Bueno…necesito saber toda la verdad, sin más juegos o trucos. – manifestó el esqueleto desnudo al emerger a la superficie.

- Supongo que te lo mereces, después de esta pequeña broma. – declaro con la misma sonrisa anterior.

- ¿Entonces?

- ¿Realmente no te acordas lo que te paso hace diez años? ¿El accidente de autos en la ruta?

- Si, eso no me lo voy a olvidar nunca.

- Ese fue el día que nos conocimos…mientras mirabas tu cuerpo ensangrentado, tirado en una zanja.

- ¿Qué?

- Se suponía que tenías que haber muerto. Pero me diste ternura y te perdone. ¿No te acordas el trato que hicimos?

- No me acuerdo de casi nada… solo imágenes… después el hospital.

- Te di diez años de vida, te devolví a tu cuerpo, a cambio de tu amor, para toda la eternidad. Como te dije esa ves, la muerte también se puede sentir sola.

Al finalizar de decir aquello. La mujer se agarro el rostro con las manos y al bajarlas lentamente, se arranco la piel. Primero se desprendió solo la piel de su cara. Pero al igual que un disfraz de una sola pieza, el resto de la piel, incluyendo ropa, se separó de ella. Exponiendo a la luz del sol, un esqueleto femenino.

- Vos y yo, estamos hechos el uno para el otro…

- Bueno… - franco se detuvo durante un segundo. Contempló a aquel cadáver de mujer durante un instante y luego siguió diciendo. – Bueno, soy un esqueleto, no me voy a poner en pretensioso justamente ahora.

Definitivamente no soy de este planeta.



Me encontraba en mi casa, intentando escribir, pero las palabras simplemente no venían. No solo las palabras, tampoco las ideas, malditas ideas ¿Dónde están? ideas, palabras, mujeres; siempre vuelvo a ellas, ella siempre vuelve a mi. Hacia tiempo que todo había terminado. Era una historia vieja o algo por el estilo, pero era difícil olvidarla. Pocas veces una mujer me hizo odiar tanto todo.
“Los marcianos llegan a la tierra, cientos de pequeños platos voladores aterrizan sobre la nueve de julio. Se abren las compuertas y se despliegan rampas de descenso. Saliendo de ellas, una gran cantidad de diminutos seres, que se desplazaban a los saltos. Eran culos, cientos de pequeños culos rebotantes invadían Buenos Aires. Inflándose y desinflándose a intervalos regulares, llenaban la ciudad de mierda”.
Era difícil seguir escribiendo, había tardado una hora en escribir ese maldito párrafo. La habitación estaba llena de humo y los calmantes se me habían subido a la cabeza. La habitación entera se estaba encogiendo, las paredes comenzaron a desplazar las cosas sobre el suelo. Cuando la basura comenzó a asfixiarme, me puse de pie, agarre mi abrigo y decidí salir a tomar algo.
Llegue al bar cerca de la media noche, lugar al que solía ir cuando no tenia nada para hacer, siempre solía haber algún rostro familiar. Me acerque a la barra y pedí una cerveza. Mi pierna me estaba matando, saque un calmante del bolsillo y lo trague junto con el primer sorbo. Mire a mi alrededor, ninguna cara conocida, solo mugre y borrachos. Paredes cascadas, suciedad, piso mojado y pegajoso, ceniza y colillas de cigarrillos por doquier. Ni siquiera entre tanta basura me sentía como en casa. En otro tiempo hubiese sido de otra manera, pero ya no, algo había cambiado y no podría explicar exactamente que. Mi estado misántropo habitual no había crecido, ni disminuido en absoluto. Todo seguía igual y sin embargo no era así.
Un sujeto choco mi hombro derecho, mientras se abría paso hacia la barra, sacándome de mi profundo estado de introversión. Pidió su trago y luego recorrió con la mirada a su alrededor. Lamentablemente nuestras miradas se cruzaron, sabia que estaba en problemas, era de esa clase de personas que buscan charla con cualquiera. Que suerte la mía.

- ¡Que calor que hace!

- Si, hace calor.

Respondí secamente, esperando que advirtiera que no tenía ganas de hablar con nadie, especialmente con alguien como él.

- Me pediría una cerveza, por el calor. Pero me pasa como agua, me hace falta algo más fuerte.

- Aja.

Esta vez me limite a dejar salir de mi boca un sonido, vagamente similar, a una afirmación. Pero con una gran dosis de indiferencia, creyendo que cumpliría su efecto.

- Por que yo empecé a tomar de muy chico – siguió diciendo sin siquiera importarle si lo escuchaba o no. – Tomaba de todo, ahora mi hígado se hizo resistente a la mayoría de las bebidas, la cerveza apenas me hace efecto y no le siento mucho el gusto. Cuando era chico, tuve un coma alcohólico de tanta cerveza que tome una noche. Me desperté en el hospital…

- No se si es que me ves cara de psicólogo o algo así… - dije interrumpiéndolo secamente. – Pero lo cierto es que no me importa, tampoco te estoy escuchando. ¿No preferirías contarle todo esto a alguien que si te vaya a escuchar?

El sujeto esbozo una mueca de disgusto, agarro su trago y se alejo inmediatamente de la barra. A mi izquierda escuche una carcajada raspante, que intentaba ser atenuada sin mucho éxito. Mire de reojo, temiendo que sea otro charlatán sin control, tratando de llamar mi atención para luego contarme de su vida. La riza le pertenecía a un viejo, canoso, medio pelado, barrigón, de nariz colorada. Un borracho con oficio, de la vieja escuela. Lo mire, dibuje media sonrisa con mi labio y serví lo que quedaba de cerveza en mi vaso.
Di una vuelta alrededor del bar, buscando algún conocido con el cual intercambiar una palabra o dos, mientras terminaba mi bebida, sin éxito alguno. Volví a la barra para pedir otra cerveza. Al apoyar el vaso sobre ésta, el viejo lo llenó, mientras se dirigía a mí.

- ¿No te encantan los humanos? Siempre intentando contarle sobre su vida a alguien…

- No, la verdad es que me molesta bastante esa clase de personas.

- jajajajajaja

El viejo se reía desmesuradamente. Su cara y barriga se agitaban en todas las direcciones, era divertido verlo reír, casi contagiante.

- ¿Hace cuanto que estas acá?

- Una media hora supongo…lo que me tarde en terminar mi cerveza…no lo se…no llevo la cuenta.

- No me refiero al bar, sino a este planeta. - Dijo el viejo mientras se acercaba a mi oído y prácticamente susurraba su última frase.

Su expresión de borrachín alegre y bonachón había cambiado radicalmente, ahora su cara expresaba una intensa seriedad, no parecía estar contando un chiste. Según su rostro, lo estaba preguntando seriamente. Decidí seguirle el juego, de todos modos me estaba invitando alcohol.

- Bueno… - hice una pausa intentado pensar que responder. – Entonces supongo que la respuesta correcta seria, desde que nací. Toda mi vida o al menos desde que recuerdo, siempre estuve en este planeta.

- Sin embargo, eso no quiere decir que seas de este planeta…

- ¿Ah, no?

- En absoluto…nuestra especie tiene la habilidad de poseer cuerpos. Sin embargo, si poseemos el cuerpo de un humano en el vientre, olvidamos todo hasta que el cuerpo deje de funcionar. Viviendo una vida que creemos que nos pertenece.

- Interesante… ¿y que pasa con tu cuerpo cuando posees uno humano?

- jajjajajjaaja – el viejo volvió a reír, su rostro recobro su expresión de borracho alegre, mientras su cuerpo rebotaba con cada una de sus carcajadas. – nosotros no tenemos cuerpos, viejo amigo, claramente no recordas nada. Somos pura energía…cuando viniste a este planeta, cometiste un error de principiantes, o tal vez solo querías saber que se sentía ser un humano. De todos modos todo eso ya no importa, al fin te encontré.

Pase las siguientes horas escuchando las alocadas historias del viejo, quien revelo que su nombre terrestre era Enrique. En todo ese tiempo mi vaso nunca estuvo vacío. Sacaba una cerveza atrás de la otra y aclaraba cada vez, que él invitaba. Habló sobre nuestro supuesto planeta, de donde teóricamente yo también provenía. Describió detalladamente los paisajes, las ciudades, la evolución de nuestra especie, de seres corpóreos a incorpóreos. El viejo no parecía un demente, estaba realmente convencido que lo que decía era cierto. Supongo que eso es la locura.
La mezcla de cerveza y calmantes se me había subido a la cabeza. Comencé a imaginar lo bueno que seria ser un extraterrestre. Disponer a mi mando una gigantesca horda de pequeños culos saltarines, que llenasen de mierda todo aquello que yo señalase. Por un momento la realidad se distorsionó, las puertas se abrieron de par en par. El bar de lleno de nalgas tira caca, que embadurnaban a todos los presentes con sus proyectiles escatológicos. Las chicas corrían a los gritos, desesperadas, sus bocas eran tapadas por mierda. Los hombres resbalaban, caían al suelo e intentaban escapar arrastrándose por un río de caca.

- Estas empezando a entender… - dijo el viejo interrumpiendo mi fantasía.

- ¿Qué cosa?

- Imaginar es el primer paso para moldear la realidad a tu antojo.

- ¿De que estas hablando?

- Pude ver tu pequeño acto, la invasión de culos es una muy buena idea…

- ¿Cómo sabes que estaba imaginando eso?

- jajajajajaja – el viejo parecía realmente entusiasmado, cuanto mas cara de sorpresa ponía, mas se deleitaba.

- Bueno muchachos, estamos cerrando en cinco minutos. – interrumpió el barman.

- Vamos a conseguir más cerveza.

Me pareció una buena idea. Nos pusimos de pie y salimos a la calle. Caminamos a la deriva, buscando algún otro lugar para tomar algunos tragos más. Estaba tan intoxicado que se dificultaba avanzar en línea recta. La combinación de ebriedad, calmantes y una pierna defectuosa, me dificultaban bastante seguir el ritmo del viejo. Caminaba verdaderamente rápido para su edad y su supuesto estado alcohólico.
Fue entonces, después de haber recorrido unas cuantas calles, que vimos adelante nuestro, un grupo de jóvenes que avanzaban atolondradamente, en dirección contraria a la nuestra.

- Ahí vienen problemas. – dijo el viejo mientras se detenía súbitamente.

- Si, claramente andan buscando pelea. – respondí sin titubear.

- Este es un buen momento para que recuerdes tus habilidades. – dijo el Enrique, el supuesto extraterrestre. – ¡Negros de mierda, los vamos a matar! – se apresuro a gritar.

- ¿Qué carajo estas haciendo? Nosotros somos dos y ellos son como diez, ¡nos van a romper la cabeza!

- No no no no, vos recorda tus habilidades. Si tenes la voluntad suficiente, podes trasformarlos en ardillas si queres.

- Viejo del orto, una cosa es escuchar tus historias y otra es muy distinta es creer que puedo hacer algo al respecto con solo pensarlo.

- ¡Vamos vamos! Yo se que vos podes.

- Nooo, yo no puedo nada. ¡Si vos sos capaz de salvarnos de esta, hacelo!

- ¡Este es tu momento de recordar, de brillar!.

- ¡Brillar las pelotas, nos van a matar, viejo del orto!

- ¡Vamos, esta en vos, yo se que podes! – volvió a repetir.

- ¿Me estas hablando en serio? ¡Yo soy un rengo borracho, no puedo ni correr!

- Bueno, no te preocupes, yo me encargo de esto.

El grupo de jóvenes, al escuchar los insultos del viejo, aceleraron el paso, se dirigían hacia nosotros a toda velocidad. El viejo cerro los ojos por un momento, sus cejas se arquearon de una manera que nunca antes había visto y de su boca empezaron a salir sonidos guturales ininteligibles. Todo su cuerpo comenzó a estremecerse espasmódicamente, mientras sus brazos se levantaban lentamente en la dirección que nuestros futuros atacantes se aproximaban. Se detuvo súbitamente, giro sobre sus talones, enfrentándome.

- ¡No, no me sale! - Dijo mientras palidecía y salía corriendo en la dirección la dirección opuesta.

- ¡Extraterrestre del orto! – fue lo único que alcancé a decir antes que nuestros acechantes me alcanzaran.

Solo un día más.


Mis pupilas se dilataban y se contraían constantemente. La luz me estaba matando. Cada destello se robaba un pedazo de mi alma. Finalmente no quedo nada. Mire a mi alrededor, estaba rodeado de rostros extraños. Todos encerrados dentro de las mismas cuatro paredes, corroídas por el moho y descascaradas por la humedad. El olor a orina era nauseabundo, decidí salir a tomar un poco de aire.
Al caminar dos calles me quede sin aliento, tenia los pulmones llenos de humo. El sol se estaba escondiendo y yo recién estaba amaneciendo. Cuatro monjas que pasaban se levantaron los hábitos, al caminar junto a mí, mostrándome sus entrepiernas desnudas y sin depilar. El olor a suciedad acumulada que emanaban me dieron nauseas, vomite, escupí y volví a vomitar. Eso es un pecado, no bañarse, monjas sucias. Intente levantarme, no pude. Un perro se comió mi vomito. El aire me despejo, me levante, empecé a caminar sin rumbo. Que día aburrido, quiero más.

El alcoholismo es sagrado.


J.C - ¿Cómo se siente estar sobrio?
M – ¿Queres saber la verdad? Es una mierda.
J.C - ¿Por qué?
M – por que la verdad es que la gente me aburre. Estar borracho es lo único que los hace más o menos soportables.
J.C – a ver, contame un poco mas sobre eso…
M – la verdad que no hay mucho más que decir al respecto. ¿Por qué te aburre una película, un libro o lo que carajo sea? Simplemente aburre…bueno, a mi me aburre la gente.
J.C – osea…que ¿necesitas de alcohol para interactuar con otras personas?
M – veo que no sabes escuchar, en ningún momento dije eso.
J.C – o sea que evadís responder.
M – no evado una mierda, me aburrís, chau.

Empatía.

El amanecer de ese día, no fue como cualquier otro. Había algo fétido en el aire, corrosivo, nauseabundo. Pedro lo sabia, siempre igual, el mismo día, cada mes. Por alguna extraña razón que no sabia comprender, su serpiente y su novia, tenían sus días comprometidos en la misma fase lunar.
Al abrir los ojos esa mañana, la habitación olía a muerte. No sabía como explicarlo, pero siempre sentía la misma sensación. Metió su mano izquierda bajo las sabanas, le acaricio suavemente los muslos, subió su mano sintiendo la suavidad de su piel hasta llegar a su calida entrepierna. Titubeo, aquella viscosidad era conocida, la aparto rápidamente. No tuvo que acercarla su nariz, sabia lo que significaba.
Se aproximó al serpentario. Esta abrió los ojos y se lanzó desesperadamente contra el vidrio. Se retorció, repetidas veces, sobre ella misma y luego estrello su mandíbula, nuevamente, contra el cristal. Era hora de comer, el olor a sangre en su mano se lo decía, no podía resistirlo.
Pedro recordó el día que la compro, creyó que tener una Boa constrictora iba a ser divertido, hasta excitante. Pero con el tiempo, termino siendo todo lo contrario. Caminó hacia la cocina, abrió la puerta de la pequeña jaula y agarró a uno de los dos pollitos, mientras piaban desesperadamente. Lo froto contra su mano izquierda, embadurnándolo de sangre femenina. Toda la situación le daba asco, quería vomitar, pero esta era la única forma que Babel comería. Hacia meses que debía realizar el mismo ritual o su mascota se dejaría morir de hambre. Ya no se satisfacía solamente con devorar una creatura pura e inocente, ahora le exigía la sangre de su mujer y pronto le pediría más.
Colocó el polluelo manchado dentro del serpentario. Este chillo y se aparto a los saltos hacia un rincón. Ella sabia que la victima no tenia escapatoria, se tomo su tiempo, disfrutando cada segundo mientras reptaba lentamente. Rodeo parsimoniosamente a su presa y luego la introdujo en su boca. El pollito piaba desesperadamente, suplicaba por su vida, mientras se hundía lentamente en la garganta del reptil. Una vez habiendo desaparecido, babel miro fijamente a los ojos de Pedro. Abrió su boca, sin dejar de mirarlo, se podía escuchar al pollito piando, el sonido provenía del interior de la serpiente.
Mara abrió los ojos, su boca estaba seca, necesitaba salir inmediatamente de esa habitación, olía a muerte. Caminó por el largo pasillo hacia la cocina, pedro estaba en un rincón mirando hacia la esquina. Se acercó a él, puso una mano sobre su hombro, Pedro se dio vuelta y la miró a los ojos. Ella le dijo “buenos días”, el abrió la boca e intento hablar, pero le fue imposible. Los pitidos lo horrorizaron, seguía vivo dentro de él.