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El día que mi abuelo volvió de la tumba para patearme las bolas.


Un intenso dolor comenzó a recorrerme el cuerpo entero. Partía desde mi ingle, una descarga eléctrica agudísima y se propagaba en todas las direcciones. Como si alguien me hubiese pateado las bolas, solo que, no había nadie a mi alrededor. Me dejé caer al suelo y grite con todas mis fuerzas.

- ¡La puta madre!

Con ambas rodillas apoyadas sobre el piso, encorvé mi cuerpo poniéndome en posición fetal. El dolor se iba volviendo más insoportable. Comencé a sentir nauseas, mientras temblaba de dolor.
Pasados unos minutos el malestar empezó a menguar; fue entonces cuando me percate de una presencia a mí alrededor. Me era imposible verlo, ya que mi frente estaba apoyada contra el piso. Tampoco podía oír pasos, respiración o ruido alguno. Sin embargo tenía la certeza de que alguien se encontraba en la habitación conmigo.

- Ahora tenes que ladrar. – dijo una voz.

Recibí una patada en el costillar y mi cuerpo rodó sobre el suelo. Fue entonces cuando finalmente, estando tirado de costado, pude ver el rostro de mi atacante.

- ¡Viejo de mierda, se supone que estas muerto! – dije sorprendido, mientras me ponía de pie.

Mi abuelo me seguía con la mirada fija, directo a mis ojos, nunca la apartaba. Una mirada fría, vacía y penetrante; con su rostro inexpresivo, aunque de su boca salían carcajadas atronadoras.

- ¿De que te reís viejo choto?

Le lance un puñetazo con todas mis fuerzas, mi mano atravesó su cuerpo y caí de lleno al piso. Mientras el viejo seguía riéndose.

- Ahora tenes que ladrar. – me volvió a repetir.

Intente ponerme de pie para lanzarle otro golpe, pero una fuerza impedía que lo hiciera. Cuanto más lo intentaba, más me costaba. Finalmente me resigne.

- ¡La puta que te parió! Toda mi vida me trataste como a un perro. ¿No fue eso suficiente? ¿Ahora tenes que volver y pedirme que ladre?

- Te trate siempre como un perro, por que eso es lo que sos. – me respondió con su rostro inexpresivo.

- Podes decir lo que quieras… Podes haberme tratado siempre como un perro… ¡¡Pero nada de eso importa!! ¡Ya que siempre bailo sobre tu tumba, mientras rio por que te comen los gusanos!

Entonces su rostro se distorsionó, abrió su boca más allá de lo humanamente posible y de ella salieron ensordecedores sonidos guturales. Se acercó hacia mí, lo ultimo que vi fue su pié aproximándose a mi cara.
Cuando abrí nuevamente los ojos, me encontraba en el cementerio, acostado sobre su tumba. El cielo estaba oscureciendo. Una brisa helada me congelo hasta la medula. Sabía lo que significaba. Me abrí la bragueta del pantalón y me puse a pillar sobre la tumba.

- Se que estas acá… esto es para que veas que no estaba mintiendo… - dije en voz alta.

Me cerré la bragueta y Salí caminando de ahí. Nunca más volví. Con que él lo hubiese visto, para mí ya era suficiente.

ESTO ES PARA VOS VIEJO DE MIERDA. ESPERO QUE LA ESTES PASANDO MAL. ESTÉS DONDE ESTÉS.