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Empatía.

El amanecer de ese día, no fue como cualquier otro. Había algo fétido en el aire, corrosivo, nauseabundo. Pedro lo sabia, siempre igual, el mismo día, cada mes. Por alguna extraña razón que no sabia comprender, su serpiente y su novia, tenían sus días comprometidos en la misma fase lunar.
Al abrir los ojos esa mañana, la habitación olía a muerte. No sabía como explicarlo, pero siempre sentía la misma sensación. Metió su mano izquierda bajo las sabanas, le acaricio suavemente los muslos, subió su mano sintiendo la suavidad de su piel hasta llegar a su calida entrepierna. Titubeo, aquella viscosidad era conocida, la aparto rápidamente. No tuvo que acercarla su nariz, sabia lo que significaba.
Se aproximó al serpentario. Esta abrió los ojos y se lanzó desesperadamente contra el vidrio. Se retorció, repetidas veces, sobre ella misma y luego estrello su mandíbula, nuevamente, contra el cristal. Era hora de comer, el olor a sangre en su mano se lo decía, no podía resistirlo.
Pedro recordó el día que la compro, creyó que tener una Boa constrictora iba a ser divertido, hasta excitante. Pero con el tiempo, termino siendo todo lo contrario. Caminó hacia la cocina, abrió la puerta de la pequeña jaula y agarró a uno de los dos pollitos, mientras piaban desesperadamente. Lo froto contra su mano izquierda, embadurnándolo de sangre femenina. Toda la situación le daba asco, quería vomitar, pero esta era la única forma que Babel comería. Hacia meses que debía realizar el mismo ritual o su mascota se dejaría morir de hambre. Ya no se satisfacía solamente con devorar una creatura pura e inocente, ahora le exigía la sangre de su mujer y pronto le pediría más.
Colocó el polluelo manchado dentro del serpentario. Este chillo y se aparto a los saltos hacia un rincón. Ella sabia que la victima no tenia escapatoria, se tomo su tiempo, disfrutando cada segundo mientras reptaba lentamente. Rodeo parsimoniosamente a su presa y luego la introdujo en su boca. El pollito piaba desesperadamente, suplicaba por su vida, mientras se hundía lentamente en la garganta del reptil. Una vez habiendo desaparecido, babel miro fijamente a los ojos de Pedro. Abrió su boca, sin dejar de mirarlo, se podía escuchar al pollito piando, el sonido provenía del interior de la serpiente.
Mara abrió los ojos, su boca estaba seca, necesitaba salir inmediatamente de esa habitación, olía a muerte. Caminó por el largo pasillo hacia la cocina, pedro estaba en un rincón mirando hacia la esquina. Se acercó a él, puso una mano sobre su hombro, Pedro se dio vuelta y la miró a los ojos. Ella le dijo “buenos días”, el abrió la boca e intento hablar, pero le fue imposible. Los pitidos lo horrorizaron, seguía vivo dentro de él.

Asociación libre.

Mirada efervescente de sangre. Gritos de dolor a la madrugada. Espíritus sombríos recorriendo los pasillos desolados. Recuerdos borrosos que mejor deben ser olvidados. Ella grita, gime, vomita y vuelve a gemir. Mezcla de sufrimiento y pasión. Los limites no están bien estructurados. Dice mas, dice basta, no pares! ¿Por que paras? Seguí seguí, me muero de dolor. Quiero más. Tanta ambigüedad le da nauseas, quiere escapar, quiere seguir.

Acto segundo:
Personajes – Conde y Condesa Rostrichelli
(Biblioteca del palacio de verano)

Conde – sabes amor mío, he tenido una revelación.
Condesa – oh luz de mis ojos, dime más.
Conde – el amor es una cosa maravillosa.

Escribe tu el resto Henry Miller!!!!