Me encontraba en mi casa, intentando escribir, pero las palabras simplemente no venían. No solo las palabras, tampoco las ideas, malditas ideas ¿Dónde están? ideas, palabras, mujeres; siempre vuelvo a ellas, ella siempre vuelve a mi. Hacia tiempo que todo había terminado. Era una historia vieja o algo por el estilo, pero era difícil olvidarla. Pocas veces una mujer me hizo odiar tanto todo.
“Los marcianos llegan a la tierra, cientos de pequeños platos voladores aterrizan sobre la nueve de julio. Se abren las compuertas y se despliegan rampas de descenso. Saliendo de ellas, una gran cantidad de diminutos seres, que se desplazaban a los saltos. Eran culos, cientos de pequeños culos rebotantes invadían Buenos Aires. Inflándose y desinflándose a intervalos regulares, llenaban la ciudad de mierda”.
Era difícil seguir escribiendo, había tardado una hora en escribir ese maldito párrafo. La habitación estaba llena de humo y los calmantes se me habían subido a la cabeza. La habitación entera se estaba encogiendo, las paredes comenzaron a desplazar las cosas sobre el suelo. Cuando la basura comenzó a asfixiarme, me puse de pie, agarre mi abrigo y decidí salir a tomar algo.
Llegue al bar cerca de la media noche, lugar al que solía ir cuando no tenia nada para hacer, siempre solía haber algún rostro familiar. Me acerque a la barra y pedí una cerveza. Mi pierna me estaba matando, saque un calmante del bolsillo y lo trague junto con el primer sorbo. Mire a mi alrededor, ninguna cara conocida, solo mugre y borrachos. Paredes cascadas, suciedad, piso mojado y pegajoso, ceniza y colillas de cigarrillos por doquier. Ni siquiera entre tanta basura me sentía como en casa. En otro tiempo hubiese sido de otra manera, pero ya no, algo había cambiado y no podría explicar exactamente que. Mi estado misántropo habitual no había crecido, ni disminuido en absoluto. Todo seguía igual y sin embargo no era así.
Un sujeto choco mi hombro derecho, mientras se abría paso hacia la barra, sacándome de mi profundo estado de introversión. Pidió su trago y luego recorrió con la mirada a su alrededor. Lamentablemente nuestras miradas se cruzaron, sabia que estaba en problemas, era de esa clase de personas que buscan charla con cualquiera. Que suerte la mía.
- ¡Que calor que hace!
- Si, hace calor.
Respondí secamente, esperando que advirtiera que no tenía ganas de hablar con nadie, especialmente con alguien como él.
- Me pediría una cerveza, por el calor. Pero me pasa como agua, me hace falta algo más fuerte.
- Aja.
Esta vez me limite a dejar salir de mi boca un sonido, vagamente similar, a una afirmación. Pero con una gran dosis de indiferencia, creyendo que cumpliría su efecto.
- Por que yo empecé a tomar de muy chico – siguió diciendo sin siquiera importarle si lo escuchaba o no. – Tomaba de todo, ahora mi hígado se hizo resistente a la mayoría de las bebidas, la cerveza apenas me hace efecto y no le siento mucho el gusto. Cuando era chico, tuve un coma alcohólico de tanta cerveza que tome una noche. Me desperté en el hospital…
- No se si es que me ves cara de psicólogo o algo así… - dije interrumpiéndolo secamente. – Pero lo cierto es que no me importa, tampoco te estoy escuchando. ¿No preferirías contarle todo esto a alguien que si te vaya a escuchar?
El sujeto esbozo una mueca de disgusto, agarro su trago y se alejo inmediatamente de la barra. A mi izquierda escuche una carcajada raspante, que intentaba ser atenuada sin mucho éxito. Mire de reojo, temiendo que sea otro charlatán sin control, tratando de llamar mi atención para luego contarme de su vida. La riza le pertenecía a un viejo, canoso, medio pelado, barrigón, de nariz colorada. Un borracho con oficio, de la vieja escuela. Lo mire, dibuje media sonrisa con mi labio y serví lo que quedaba de cerveza en mi vaso.
Di una vuelta alrededor del bar, buscando algún conocido con el cual intercambiar una palabra o dos, mientras terminaba mi bebida, sin éxito alguno. Volví a la barra para pedir otra cerveza. Al apoyar el vaso sobre ésta, el viejo lo llenó, mientras se dirigía a mí.
- ¿No te encantan los humanos? Siempre intentando contarle sobre su vida a alguien…
- No, la verdad es que me molesta bastante esa clase de personas.
- jajajajajaja
El viejo se reía desmesuradamente. Su cara y barriga se agitaban en todas las direcciones, era divertido verlo reír, casi contagiante.
- ¿Hace cuanto que estas acá?
- Una media hora supongo…lo que me tarde en terminar mi cerveza…no lo se…no llevo la cuenta.
- No me refiero al bar, sino a este planeta. - Dijo el viejo mientras se acercaba a mi oído y prácticamente susurraba su última frase.
Su expresión de borrachín alegre y bonachón había cambiado radicalmente, ahora su cara expresaba una intensa seriedad, no parecía estar contando un chiste. Según su rostro, lo estaba preguntando seriamente. Decidí seguirle el juego, de todos modos me estaba invitando alcohol.
- Bueno… - hice una pausa intentado pensar que responder. – Entonces supongo que la respuesta correcta seria, desde que nací. Toda mi vida o al menos desde que recuerdo, siempre estuve en este planeta.
- Sin embargo, eso no quiere decir que seas de este planeta…
- ¿Ah, no?
- En absoluto…nuestra especie tiene la habilidad de poseer cuerpos. Sin embargo, si poseemos el cuerpo de un humano en el vientre, olvidamos todo hasta que el cuerpo deje de funcionar. Viviendo una vida que creemos que nos pertenece.
- Interesante… ¿y que pasa con tu cuerpo cuando posees uno humano?
- jajjajajjaaja – el viejo volvió a reír, su rostro recobro su expresión de borracho alegre, mientras su cuerpo rebotaba con cada una de sus carcajadas. – nosotros no tenemos cuerpos, viejo amigo, claramente no recordas nada. Somos pura energía…cuando viniste a este planeta, cometiste un error de principiantes, o tal vez solo querías saber que se sentía ser un humano. De todos modos todo eso ya no importa, al fin te encontré.
Pase las siguientes horas escuchando las alocadas historias del viejo, quien revelo que su nombre terrestre era Enrique. En todo ese tiempo mi vaso nunca estuvo vacío. Sacaba una cerveza atrás de la otra y aclaraba cada vez, que él invitaba. Habló sobre nuestro supuesto planeta, de donde teóricamente yo también provenía. Describió detalladamente los paisajes, las ciudades, la evolución de nuestra especie, de seres corpóreos a incorpóreos. El viejo no parecía un demente, estaba realmente convencido que lo que decía era cierto. Supongo que eso es la locura.
La mezcla de cerveza y calmantes se me había subido a la cabeza. Comencé a imaginar lo bueno que seria ser un extraterrestre. Disponer a mi mando una gigantesca horda de pequeños culos saltarines, que llenasen de mierda todo aquello que yo señalase. Por un momento la realidad se distorsionó, las puertas se abrieron de par en par. El bar de lleno de nalgas tira caca, que embadurnaban a todos los presentes con sus proyectiles escatológicos. Las chicas corrían a los gritos, desesperadas, sus bocas eran tapadas por mierda. Los hombres resbalaban, caían al suelo e intentaban escapar arrastrándose por un río de caca.
- Estas empezando a entender… - dijo el viejo interrumpiendo mi fantasía.
- ¿Qué cosa?
- Imaginar es el primer paso para moldear la realidad a tu antojo.
- ¿De que estas hablando?
- Pude ver tu pequeño acto, la invasión de culos es una muy buena idea…
- ¿Cómo sabes que estaba imaginando eso?
- jajajajajaja – el viejo parecía realmente entusiasmado, cuanto mas cara de sorpresa ponía, mas se deleitaba.
- Bueno muchachos, estamos cerrando en cinco minutos. – interrumpió el barman.
- Vamos a conseguir más cerveza.
Me pareció una buena idea. Nos pusimos de pie y salimos a la calle. Caminamos a la deriva, buscando algún otro lugar para tomar algunos tragos más. Estaba tan intoxicado que se dificultaba avanzar en línea recta. La combinación de ebriedad, calmantes y una pierna defectuosa, me dificultaban bastante seguir el ritmo del viejo. Caminaba verdaderamente rápido para su edad y su supuesto estado alcohólico.
Fue entonces, después de haber recorrido unas cuantas calles, que vimos adelante nuestro, un grupo de jóvenes que avanzaban atolondradamente, en dirección contraria a la nuestra.
- Ahí vienen problemas. – dijo el viejo mientras se detenía súbitamente.
- Si, claramente andan buscando pelea. – respondí sin titubear.
- Este es un buen momento para que recuerdes tus habilidades. – dijo el Enrique, el supuesto extraterrestre. – ¡Negros de mierda, los vamos a matar! – se apresuro a gritar.
- ¿Qué carajo estas haciendo? Nosotros somos dos y ellos son como diez, ¡nos van a romper la cabeza!
- No no no no, vos recorda tus habilidades. Si tenes la voluntad suficiente, podes trasformarlos en ardillas si queres.
- Viejo del orto, una cosa es escuchar tus historias y otra es muy distinta es creer que puedo hacer algo al respecto con solo pensarlo.
- ¡Vamos vamos! Yo se que vos podes.
- Nooo, yo no puedo nada. ¡Si vos sos capaz de salvarnos de esta, hacelo!
- ¡Este es tu momento de recordar, de brillar!.
- ¡Brillar las pelotas, nos van a matar, viejo del orto!
- ¡Vamos, esta en vos, yo se que podes! – volvió a repetir.
- ¿Me estas hablando en serio? ¡Yo soy un rengo borracho, no puedo ni correr!
- Bueno, no te preocupes, yo me encargo de esto.
El grupo de jóvenes, al escuchar los insultos del viejo, aceleraron el paso, se dirigían hacia nosotros a toda velocidad. El viejo cerro los ojos por un momento, sus cejas se arquearon de una manera que nunca antes había visto y de su boca empezaron a salir sonidos guturales ininteligibles. Todo su cuerpo comenzó a estremecerse espasmódicamente, mientras sus brazos se levantaban lentamente en la dirección que nuestros futuros atacantes se aproximaban. Se detuvo súbitamente, giro sobre sus talones, enfrentándome.
- ¡No, no me sale! - Dijo mientras palidecía y salía corriendo en la dirección la dirección opuesta.
- ¡Extraterrestre del orto! – fue lo único que alcancé a decir antes que nuestros acechantes me alcanzaran.
“Los marcianos llegan a la tierra, cientos de pequeños platos voladores aterrizan sobre la nueve de julio. Se abren las compuertas y se despliegan rampas de descenso. Saliendo de ellas, una gran cantidad de diminutos seres, que se desplazaban a los saltos. Eran culos, cientos de pequeños culos rebotantes invadían Buenos Aires. Inflándose y desinflándose a intervalos regulares, llenaban la ciudad de mierda”.
Era difícil seguir escribiendo, había tardado una hora en escribir ese maldito párrafo. La habitación estaba llena de humo y los calmantes se me habían subido a la cabeza. La habitación entera se estaba encogiendo, las paredes comenzaron a desplazar las cosas sobre el suelo. Cuando la basura comenzó a asfixiarme, me puse de pie, agarre mi abrigo y decidí salir a tomar algo.
Llegue al bar cerca de la media noche, lugar al que solía ir cuando no tenia nada para hacer, siempre solía haber algún rostro familiar. Me acerque a la barra y pedí una cerveza. Mi pierna me estaba matando, saque un calmante del bolsillo y lo trague junto con el primer sorbo. Mire a mi alrededor, ninguna cara conocida, solo mugre y borrachos. Paredes cascadas, suciedad, piso mojado y pegajoso, ceniza y colillas de cigarrillos por doquier. Ni siquiera entre tanta basura me sentía como en casa. En otro tiempo hubiese sido de otra manera, pero ya no, algo había cambiado y no podría explicar exactamente que. Mi estado misántropo habitual no había crecido, ni disminuido en absoluto. Todo seguía igual y sin embargo no era así.
Un sujeto choco mi hombro derecho, mientras se abría paso hacia la barra, sacándome de mi profundo estado de introversión. Pidió su trago y luego recorrió con la mirada a su alrededor. Lamentablemente nuestras miradas se cruzaron, sabia que estaba en problemas, era de esa clase de personas que buscan charla con cualquiera. Que suerte la mía.
- ¡Que calor que hace!
- Si, hace calor.
Respondí secamente, esperando que advirtiera que no tenía ganas de hablar con nadie, especialmente con alguien como él.
- Me pediría una cerveza, por el calor. Pero me pasa como agua, me hace falta algo más fuerte.
- Aja.
Esta vez me limite a dejar salir de mi boca un sonido, vagamente similar, a una afirmación. Pero con una gran dosis de indiferencia, creyendo que cumpliría su efecto.
- Por que yo empecé a tomar de muy chico – siguió diciendo sin siquiera importarle si lo escuchaba o no. – Tomaba de todo, ahora mi hígado se hizo resistente a la mayoría de las bebidas, la cerveza apenas me hace efecto y no le siento mucho el gusto. Cuando era chico, tuve un coma alcohólico de tanta cerveza que tome una noche. Me desperté en el hospital…
- No se si es que me ves cara de psicólogo o algo así… - dije interrumpiéndolo secamente. – Pero lo cierto es que no me importa, tampoco te estoy escuchando. ¿No preferirías contarle todo esto a alguien que si te vaya a escuchar?
El sujeto esbozo una mueca de disgusto, agarro su trago y se alejo inmediatamente de la barra. A mi izquierda escuche una carcajada raspante, que intentaba ser atenuada sin mucho éxito. Mire de reojo, temiendo que sea otro charlatán sin control, tratando de llamar mi atención para luego contarme de su vida. La riza le pertenecía a un viejo, canoso, medio pelado, barrigón, de nariz colorada. Un borracho con oficio, de la vieja escuela. Lo mire, dibuje media sonrisa con mi labio y serví lo que quedaba de cerveza en mi vaso.
Di una vuelta alrededor del bar, buscando algún conocido con el cual intercambiar una palabra o dos, mientras terminaba mi bebida, sin éxito alguno. Volví a la barra para pedir otra cerveza. Al apoyar el vaso sobre ésta, el viejo lo llenó, mientras se dirigía a mí.
- ¿No te encantan los humanos? Siempre intentando contarle sobre su vida a alguien…
- No, la verdad es que me molesta bastante esa clase de personas.
- jajajajajaja
El viejo se reía desmesuradamente. Su cara y barriga se agitaban en todas las direcciones, era divertido verlo reír, casi contagiante.
- ¿Hace cuanto que estas acá?
- Una media hora supongo…lo que me tarde en terminar mi cerveza…no lo se…no llevo la cuenta.
- No me refiero al bar, sino a este planeta. - Dijo el viejo mientras se acercaba a mi oído y prácticamente susurraba su última frase.
Su expresión de borrachín alegre y bonachón había cambiado radicalmente, ahora su cara expresaba una intensa seriedad, no parecía estar contando un chiste. Según su rostro, lo estaba preguntando seriamente. Decidí seguirle el juego, de todos modos me estaba invitando alcohol.
- Bueno… - hice una pausa intentado pensar que responder. – Entonces supongo que la respuesta correcta seria, desde que nací. Toda mi vida o al menos desde que recuerdo, siempre estuve en este planeta.
- Sin embargo, eso no quiere decir que seas de este planeta…
- ¿Ah, no?
- En absoluto…nuestra especie tiene la habilidad de poseer cuerpos. Sin embargo, si poseemos el cuerpo de un humano en el vientre, olvidamos todo hasta que el cuerpo deje de funcionar. Viviendo una vida que creemos que nos pertenece.
- Interesante… ¿y que pasa con tu cuerpo cuando posees uno humano?
- jajjajajjaaja – el viejo volvió a reír, su rostro recobro su expresión de borracho alegre, mientras su cuerpo rebotaba con cada una de sus carcajadas. – nosotros no tenemos cuerpos, viejo amigo, claramente no recordas nada. Somos pura energía…cuando viniste a este planeta, cometiste un error de principiantes, o tal vez solo querías saber que se sentía ser un humano. De todos modos todo eso ya no importa, al fin te encontré.
Pase las siguientes horas escuchando las alocadas historias del viejo, quien revelo que su nombre terrestre era Enrique. En todo ese tiempo mi vaso nunca estuvo vacío. Sacaba una cerveza atrás de la otra y aclaraba cada vez, que él invitaba. Habló sobre nuestro supuesto planeta, de donde teóricamente yo también provenía. Describió detalladamente los paisajes, las ciudades, la evolución de nuestra especie, de seres corpóreos a incorpóreos. El viejo no parecía un demente, estaba realmente convencido que lo que decía era cierto. Supongo que eso es la locura.
La mezcla de cerveza y calmantes se me había subido a la cabeza. Comencé a imaginar lo bueno que seria ser un extraterrestre. Disponer a mi mando una gigantesca horda de pequeños culos saltarines, que llenasen de mierda todo aquello que yo señalase. Por un momento la realidad se distorsionó, las puertas se abrieron de par en par. El bar de lleno de nalgas tira caca, que embadurnaban a todos los presentes con sus proyectiles escatológicos. Las chicas corrían a los gritos, desesperadas, sus bocas eran tapadas por mierda. Los hombres resbalaban, caían al suelo e intentaban escapar arrastrándose por un río de caca.
- Estas empezando a entender… - dijo el viejo interrumpiendo mi fantasía.
- ¿Qué cosa?
- Imaginar es el primer paso para moldear la realidad a tu antojo.
- ¿De que estas hablando?
- Pude ver tu pequeño acto, la invasión de culos es una muy buena idea…
- ¿Cómo sabes que estaba imaginando eso?
- jajajajajaja – el viejo parecía realmente entusiasmado, cuanto mas cara de sorpresa ponía, mas se deleitaba.
- Bueno muchachos, estamos cerrando en cinco minutos. – interrumpió el barman.
- Vamos a conseguir más cerveza.
Me pareció una buena idea. Nos pusimos de pie y salimos a la calle. Caminamos a la deriva, buscando algún otro lugar para tomar algunos tragos más. Estaba tan intoxicado que se dificultaba avanzar en línea recta. La combinación de ebriedad, calmantes y una pierna defectuosa, me dificultaban bastante seguir el ritmo del viejo. Caminaba verdaderamente rápido para su edad y su supuesto estado alcohólico.
Fue entonces, después de haber recorrido unas cuantas calles, que vimos adelante nuestro, un grupo de jóvenes que avanzaban atolondradamente, en dirección contraria a la nuestra.
- Ahí vienen problemas. – dijo el viejo mientras se detenía súbitamente.
- Si, claramente andan buscando pelea. – respondí sin titubear.
- Este es un buen momento para que recuerdes tus habilidades. – dijo el Enrique, el supuesto extraterrestre. – ¡Negros de mierda, los vamos a matar! – se apresuro a gritar.
- ¿Qué carajo estas haciendo? Nosotros somos dos y ellos son como diez, ¡nos van a romper la cabeza!
- No no no no, vos recorda tus habilidades. Si tenes la voluntad suficiente, podes trasformarlos en ardillas si queres.
- Viejo del orto, una cosa es escuchar tus historias y otra es muy distinta es creer que puedo hacer algo al respecto con solo pensarlo.
- ¡Vamos vamos! Yo se que vos podes.
- Nooo, yo no puedo nada. ¡Si vos sos capaz de salvarnos de esta, hacelo!
- ¡Este es tu momento de recordar, de brillar!.
- ¡Brillar las pelotas, nos van a matar, viejo del orto!
- ¡Vamos, esta en vos, yo se que podes! – volvió a repetir.
- ¿Me estas hablando en serio? ¡Yo soy un rengo borracho, no puedo ni correr!
- Bueno, no te preocupes, yo me encargo de esto.
El grupo de jóvenes, al escuchar los insultos del viejo, aceleraron el paso, se dirigían hacia nosotros a toda velocidad. El viejo cerro los ojos por un momento, sus cejas se arquearon de una manera que nunca antes había visto y de su boca empezaron a salir sonidos guturales ininteligibles. Todo su cuerpo comenzó a estremecerse espasmódicamente, mientras sus brazos se levantaban lentamente en la dirección que nuestros futuros atacantes se aproximaban. Se detuvo súbitamente, giro sobre sus talones, enfrentándome.
- ¡No, no me sale! - Dijo mientras palidecía y salía corriendo en la dirección la dirección opuesta.
- ¡Extraterrestre del orto! – fue lo único que alcancé a decir antes que nuestros acechantes me alcanzaran.
5 Dementes dijeron:
Algunas cosas me recuerdan vagamente una charla.
Igual culos invaores, suena a pelicula berreta d elos 60, me gusta.
loco, no me deja firmar esta máquina puta, bueno, velozmente, un cuentazo!!!! excelente y además me gusta que haya durado más que otros, está bueno darle tiempo al loco para que haga su locura, eh?
nNos vemos pronto, amigo!
Eugenia: sisi cuando escribo, inevitablemente termino sacando cosas de todos lados. Es posible que haya sacado cosas de mi estado de ánimo actual.
Mari: si, deje que el cuento decida solo su duración. La razon por la que antes escribia cosas mas cortas, es principalmente, por que agota un poco leer cosas largas en el monitor de la pc. Pero bue…me di cuenta que me estaba limitando bastante, principalmente por que me estaba acostumbrando a escribir cosas cortas y no da…
Gracias por pasar y leerme!!
Pero a quién le agota? Si es a los demás, que se jodan. No está bueno autocensurarse por la pelotudez de ofrecerle a la gente un tiempito más para sus mongueadas. Yo vengo a tu blog y leo porque vale la pena leer tus cuentos, y si lo digo yo, es así; y además, repito, no le hagamos el favor a nadie de facilitar su tiempo libre, si vas a leer, lee, no pidas lo que vas a leer, no es un puto menú de un restaurante. Y esta historia está buenísima asi!! Me cagué de risa con el detalle del viejo hablando cualquier forrada y diciendo que no funciona, juaaa.
Sos un grande Duende, seguí escribiendo, por favor!
Che, y la fotito es de la peli They o me pareció a mi?
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