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Il risveglio dal morto vivente‏.

La noche anterior, Franco había tenido una extraña visita, que lo había dejado pasmado. Al irse ella de su casa, revisó su apartamento en búsqueda de alcohol. Encontró tres cuartos de whisky, colocó un disco en su viejo tocadiscos y bebió hasta quedarse dormido sobre su sillón.
A la mañana siguiente, para su sorpresa, se despertó sin resaca. Sonrió para sus adentros. Se levantó tambaleando por el sueño, su visión estaba nublada, veía con poca claridad y se dirigió hacia el baño, chocándose con todo a su paso. Abrió la puerta de un codazo y encendió la luz. Las paredes recubiertas de moho, emanaban un olor particular, que le recordaba a un húmedo amanecer en el cementerio. Intento mirarse al espejo mientras se lavaba la cara, pero recordó que una semana atrás un borracho lo había roto de un cabezazo. Dio media vuelta, enfrentado el inodoro, bajo su bragueta y busco con sus manos su artefacto.

- NO TENGO PIJA!!!!! - Resonó increíblemente fuerte por todo el departamento.

Corrió desesperado hacia la sala de estar, buscando la luz solar, esperando que todo fuese una alucinación. Le imploro a todas las deidades que aquello fuese tan solo un invento de su cabeza. Prefería aceptar que se estaba moviendo loco o que tenía los efectos del delirium tremens, cualquier cosa era mejor que eso. Al ser iluminado por la luz que atravesaban las ventanas, su visión se aclaro finalmente. Revelando unos huesos de caderas y un gran espacio vació, donde se suponía que debería estar su ingle. Miro sus manos, estas no tenían piel o carne alguna, solo se veían los carpios y metacarpios flotando en el aire. Fue entonces, al quitarse toda la ropa, que vio que era un esqueleto.

- LA PUTA MADRE!!!! – grito a todo “pulmón”.

Súbitamente recordó la noche anterior, las imágenes volvieron a pasar ante sus “ojos”, las tenia grabadas en el fondo de su hueco cráneo expuesto. Justo después de terminar su cena, restos de comida que quedaban en el interior de su heladera, cuando alguien llamó a la puerta. Para su sorpresa, del otro lado se encontraba una llamativa morocha de piel increíblemente blanca. Con unos labios carmesí que resaltaban aún más, que sus verdes y profundos ojos. Le dirigió una sonrisa, pidió por entrar y tomo asiento en su sofá.

- Hace tiempo que quería pasar a visitarte…

- ¿Te conozco?

- Todos me conocen…y yo los conozco a todos.

- Yo conozco pocas personas y recuerdo cada una de sus caras. Puedo asegurar que la tuya no la recuerdo.

- … O tal vez, no queres hacerlo. ¿Tenes algo para tomar?

Revisó en cada una de las portezuelas de su improvisada y mugrosa cocina, hasta que encontró una botella de vino. Enjuagó, incompetentemente, las dos únicas copas que tenia; y las llenó de vino, mientras tomaba asiento frente a ella. Quedaron en silencio un largo rato. La mujer contemplaba minuciosamente su copa, mientras él se preguntaba, quien era su extraña visita.

- ¿Alguna vez te pusiste a pensar cuantas personas dieron sus vidas, para que vos disfrutes de este vino? – dijo finalmente su invitada.

- No, para serte honesto, en este momento estoy pensando, quien sos vos y que haces en mi casa.

- Digamos que soy una vieja amiga, que viene a cobrar una deuda. – respondió, mientras se dibujaba una amplia sonrisa en su rostro.

Franco comenzó a sentir un leve cosquilleo en su mano derecha. Al levantarla, vio que una pequeña cucaracha caminaba sobre ella. La sacudió velozmente, el insecto salio disparado y cayó dentro de su copa de vino. Sus piernas empezaron a zapatear nerviosamente, crujiendo con cada golpeteo. Fue entonces, cuando notó que todo su apartamento estaba recubierto de una alfombra de cucarachas, gusanos y demás criaturas rastreras. Una gota de frió sudor le recorrió la frente, mientras su mirada se cruzaba con la de ella. La habitación entera se envolvió en llamas que devoraban todo el interior, menos a ellos dos. Las flamas no lo quemaban, mas bien sentía un frió aterrador, cada vez que las lenguas del fuego lo tocaban.

- Bueno, me tengo que ir. – dijo su visita, mientras las llamas desaparecían y todo retornaba a la habitual. – No te preocupes en acompañarme, se donde está la puerta.

Mientras el esqueleto, que una vez había sido Franco, emergía de sus recuerdos. Se encontró a si mismo, tomando los restos de la botella de vino, de la noche anterior. Sus amarillentos huesos, ahora empapados de moscatel, habían tomando un tinte rosado.

- Lo que me faltaba. – gruño en voz alta. – ahora además, soy un esqueleto rosado!!!

Paso la siguiente media hora, revolviendo su departamento, buscando algo de ropa para cubrir enteramente su cuerpo. Necesitaba ayuda, estaba entrando en un profundo estado de desesperación. Por alguna extraña razón que no terminada de entender, de la noche a la mañana, había dejado de ser un hombre. Ahora se parecía mas a un objeto de exhibición de algún tipo de museo. Finalmente logro encontrar el pasa montañas que le habían regalado años atrás y jamás había usado. Lo coloco sobre su cráneo, ahora teñido de rosa, rellenándolo de papel higiénico para intentar disimular un poco más, su calaverita cabeza envuelta en tela de lana. Por ultimo se coloco unos lentes oscuros y salió a la calle.
Caminó increíblemente ligero, las quince calles que separaban su departamento del de Mónica, su pareja. Ya hacia tres años que salía con ella. Las cosas no habían sido fáciles, pero finalmente todo parecía estar encajando. En el último año, él había logrado soltarse, como ella siempre le había pedido que haga. Siempre criticándole, en cada pelea, que él no se dejaba conocer. Sin embargo, sus anteriores relaciones habían sido todo lo contrario. Cuanto más lo conocían, más se alejaban, hasta que finalmente no quedaba nada. Pero actualmente, se había sentido realmente feliz de haberla conocido. “Eso de hablar, no es tan malo” se decía para sus adentros. Tal vez era tiempo de aceptar el curso normal de la vida, madurar, establecerse; y con ella, no le parecía una mala idea, en absoluto.
Mientras recorría el camino hacia los brazos de su amada, esperando consuelo, unas palabras de ánimo e incluso alguna idea de cómo solucionar su actual situación. Se encontró con que la gente lo evadía, como si se tratara de un leproso. Al mirar su reflejo en el escaparate de un negocio, vio cuan ridícula era su silueta. No tenia carne que le rellenara la ropa, era ropa colgada de una percha huesuda. Con una cabeza realmente deforme, abultada irregularmente por las pelotas apelmazadas de papel higiénico.
Mientras intentaba, inútilmente, parecerse lo más humanamente posible. Acomodando sus prendas e intentado darle a su cabeza rellena una forma humanoide. Se percato que algo estaba tironeando de uno de los pliegues de su pantalón.

- ¡¿Puede hacer que su perro me deje de joder?!

- ¡Boca sucia! - gruño la vieja coqueta.

- Si no hace que pare, se lo piso y fin del problema.

La señora acelero el paso, espantada, mientras arrastraba al pequeño adefesio acogotado por la correa. La lengua se le escapaba de lado y sus ojos amenazaban con salirse de la cara. Mientras el tapado de piel le golpeaba en el hocico a cada paso, su boca se cerraba y le mordía la lengua involuntariamente.

- Bueno, no hay mucho que pueda hacer, mejor sigo. – pensó en voz alta.

Al llegar al edificio donde Mónica vivía, tuvo la suerte de que ella no bajara a abrirle. Se le hubiese complicado demasiado entrar sin dar explicación alguna en plena calle, pensó para sus adentros. Lo atendió por el portero eléctrico, hizo sonar la chicharra y la puerta cedió de un empujón. Franco no se animo a subir por las escaleras, se imagino resbalándose y partiéndose en mil pedazos. Entonces toda su realidad adquirió una nueva perspectiva en su huesuda cabeza.

- ¿Si me rompo en cientos de partes, moriré o seguiré viviendo? – se pregunto a si mismo.

Prefirió no conocer la respuesta y monto sobre elevador. Aquella subida de tres pisos le pareció eterna. No tenia la mas mínima idea de cómo iba a contarle, que ahora era un esqueleto viviente. Al detenerse el ascensor, rechinido intensamente, como era normal que lo haga. No llego a poner su mano sobre el timbre, que ella ya había abierto la puerta.

- ¿Qué haces así disfrazado payaso? Veni pasa.

- Hay algo que tengo que contarte…y la verdad es que no se como hacerlo. – dijo franco mientras se sacaba uno de los guantes y exponía su huesuda mano.

- ¿Esto es un chiste? No me da ninguna gracia, eh!

- Ojala y esto no es todo.

Al terminar de decir esto, comenzó a sacarse toda la ropa. Los ojos de Mónica se abrieron de par a par y estallo a carcajadas.

- ¡Sos un esqueleto rosado! – dijo mientras reía estrambóticamente.

- ¡¿de que te reís tarada?!

- ¡De vos, esqueleto maricon! – siguió diciendo entre risas, mientras se dejaba caer al suelo.

- ¡La puta que te parió, miame! vengo a decirte que soy un esqueleto y ¡¿vos te me terminas cagando de la risa en la cara?!

- Jajajajja disculpame, esto es demasiado jajajjaa, sos un esqueleto rosa jajajajjaa – decía mientras daba palmadas en el suelo.

- ¡Para de reírte un poco concha frígida!

- Ahh nooo, el esqueleto de Valentino liberace, no va a venir a mi casa y tener el tupe de llamarme concha frígida. ¡Andate hijo de puta!

- ¿Me estas cargando? Vengo con un problema, te me reís en la cara ¿y por que me enojo me hechas? ¡¿No te das cuenta que soy un maldito esqueleto?!

- ¿Y yo que culpa tengo? A mi no me insultas ¿entendiste?

- ¿No crees que viéndome así, no puedo tener el derecho de estar un poco irritable?

- Bueno, si, supongo. – dijo mientras bajaba la mirada hacia el piso. Al levantarla, para volver a mirarlo, su piel palideció. - NO TENES PIJA!!!!!

- ¿Crees que no lo note?

- Necesito un minuto para pensar esto. Es demasiado para mi…

Mónica caminó una y otra vez de un lado a otro del departamento. Se detuvo durante un instante para encender un cigarrillo, para luego volver a caminar. En su cara se iban dibujando y desdibujando gestos, como si estuviese hablando pero sin gesticular. Entró en la cocina, salio de ella con una copa de vino, para seguir yendo de acá para allá. Pitaba su cigarrillo de una manera frenética. Las cenizas se acumulaban hasta que caían solas por su peso.
Franco comenzó a impacientarse, ya conocía aquel ritual que tenia, frente a situaciones que la superaban. Sabía muy bien que, en aquel momento, su cabeza era un torbellino de pensamiento. Analizando todas las posibles situaciones y re estructurando su vida a partir de ellas. Imaginando el resto de su vida, basándose en cada una de las posibilidades que aparecían en su mente.

- Bueno. – rompió finalmente el silencio. – ¡No!

- ¿No? ¿No, que?

- No, esto no es para mí. Puedo soportar muchas cosas y Dios sabe que lo hice. Pero esto no.

- ¿Qué me estas diciendo?

- Que no puedo amar a un hombre sin pija.

- No puedo creer que me estes diciendo esto. Necesito tu ayuda, me imagino que esto es solo temporal, tiene que ser temporal.

- ¿Se supone que me tengo que creer eso? ¿Qué te va a crecer la piel de la noche a la mañana?

- Se me fue de la noche a la mañana. No veo por que no pueda reaparecer de la misma manera.

- Bueno, pero yo no voy a estar acá llorando por vos, mientras logras un milagro. ¡No soy Penélope! Tengo mis necesidades.

- ¿Tanto te hierve la concha que no podes esperarme?

- Franco… se terminó… sos un esqueleto. Búscate una zombie o lo que sea, pero esto se terminó acá. Andate por favor. – dijo mientras se alejaba y cerraba la puerta de su habitación.

Cubrió su huesudo cuerpo, lo más rápido que pudo, sintiéndose totalmente humillado. Gritando, “puta de mierda”, antes de cerrar la puerta de un portazo. Llegó a la calle y comenzó a caminar sin rumbo, mientras pensaba en todo el tiempo desperdiciado en aquella mujer. Tantas palabras y charlas que terminaron siendo vacías, todas esas payasadas de compartir, eran solo un show. Una mujer de verdad lo hubiese ayudado. “a quien estoy tratando de engañar” se aclaró a si mismo. “todos se escapan cuando las cosas se ponen difíciles. La diferencia es que algunos aguantan más que otros”.
Luego de seguir mascando rabia para sus adentros, durante un largo rato. Franco se encontró parado frente al cementerio local. Viendo que estaba mas muerto que vivo, decidió entrar, “y tal vez no salir”, se cruzo por su cabeza mientras adelantaba la entrada del complejo.
Transitó alrededor de las parcelas, nichos y bóvedas durante aproximadamente una hora. Sintiéndose realmente a gusto en aquella pacifica necrópolis. Cuanto más recorría, más le atraía la idea de vivir ahí. Intento abrir una bóveda adornada con gárgolas, pero el esfuerzo fue demasiado. Paso los siguientes quince minutos encontrando la manera de volver a insertar su mano izquierda en su cuerpo. Sus huesos no se rompieron, ni se astillaron, pero aprendió que ahora era un ser desmontable. Toda la situación le resulto muy deprimente. Al parecer, según su perspectiva, no existía forma de ponerle fin a su dilema. Excepto, enterrar su cuerpo bajo tierra y esperar a que sus huesos se descompusieran del todo. Tal vez, solo entonces, moriría de verdad.
Recorrió el cementerio, buscando una tumba recién cavada, para llevar a cabo su plan. El cual consistía, en encontrar un agujero recién hecho, introducirse en él, cubrirse con tierra y una vez que depositaran un ataúd y lo taparan, era cuestión de esperar a que los gusanos y demás alimañas hicieran su trabajo. Tarea que no le costo mucho trabajo, ya que todos los días muere alguien. Pero al arrojarse de cabeza en el primer sepulcro que encontró, una voz le llamo la atención.

- ¿Qué crees que estas haciendo?

- estee… - Titubeo por un segundo, hasta reconocer al dueño de aquella voz. - ¡vos! ¡Es tu culpa que yo este pasando por esto!

- Veo que realmente no recordas nada… - dijo la misma mujer que la noche anterior había visitado su departamento. Ahora parada en el borde de la fosa.

- Si, recuerdo que viniste a mi casa. Me hiciste alucinar de alguna manera, que todo se prendía fuego y al día siguiente, era un esqueleto. – le respondió mientras se sacaba la ropa y le mostraba su nueva forma.

- Jajajajajaja – rió histriónicamente. – solo estas recordando una parte de la historia.

- ¿Se supone que hay otra?

- Si, hace unos diez años, exactamente.

- Si tuviese cara, en este momento estaría poniendo cara de tarado. Pero como no tengo, te lo digo.

- Vamos, salí de ese pozo y te lo explico. – le respondió con una calida sonrisa dibujada en su rostro y extendiéndole una mano para ayudarlo a salir.

- Bueno…necesito saber toda la verdad, sin más juegos o trucos. – manifestó el esqueleto desnudo al emerger a la superficie.

- Supongo que te lo mereces, después de esta pequeña broma. – declaro con la misma sonrisa anterior.

- ¿Entonces?

- ¿Realmente no te acordas lo que te paso hace diez años? ¿El accidente de autos en la ruta?

- Si, eso no me lo voy a olvidar nunca.

- Ese fue el día que nos conocimos…mientras mirabas tu cuerpo ensangrentado, tirado en una zanja.

- ¿Qué?

- Se suponía que tenías que haber muerto. Pero me diste ternura y te perdone. ¿No te acordas el trato que hicimos?

- No me acuerdo de casi nada… solo imágenes… después el hospital.

- Te di diez años de vida, te devolví a tu cuerpo, a cambio de tu amor, para toda la eternidad. Como te dije esa ves, la muerte también se puede sentir sola.

Al finalizar de decir aquello. La mujer se agarro el rostro con las manos y al bajarlas lentamente, se arranco la piel. Primero se desprendió solo la piel de su cara. Pero al igual que un disfraz de una sola pieza, el resto de la piel, incluyendo ropa, se separó de ella. Exponiendo a la luz del sol, un esqueleto femenino.

- Vos y yo, estamos hechos el uno para el otro…

- Bueno… - franco se detuvo durante un segundo. Contempló a aquel cadáver de mujer durante un instante y luego siguió diciendo. – Bueno, soy un esqueleto, no me voy a poner en pretensioso justamente ahora.

1 Dementes dijeron:

Tenshi Ibarrx dijo...

jajajajaja, ay Mariano, jajajajaja, no puede ser este cuento, por favor!!
Está buenísimo, boludo, en ningún momento me imaginé que iba a terminar siendo algo romántico con el típico remate pentotal de "no me voy a poer en pretensioso", jaja.
Muy bueno, me gustaron todas las escenas, en especial la de Mónica, diciéndole que no como no tiene pija no pueden seguir... y que el esqueleto se vuelva rosa, también, jajajaj Muy muy bueno, Duende!!!
Ah, me gustó mucho una frase suelta:
“...todos se escapan cuando las cosas se ponen difíciles. La diferencia es que algunos aguantan más que otros”.
Salve Duende, jajaja