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Todos quieren ser como César Millán.


Había sido uno de esos días, cada vez más frecuentes, en los cuales Miguel se sentía de otra raza. “¿Acaso la gente ya no era capaz de hablar?” se preguntaba para sus adentros. “Debe ser más fácil suponer lo que piensa el otro; y actuar en base a esa suposición, que tomarse el trabajo de hablar y ver que es lo que pasa realmente”, se respondió si mismo. Siguió caminando a la deriva, durante un buen tiempo, todo estaba confuso dentro de su mente. Cada día le perdía más la fe a la humanidad, pasaba días enteros intentado evitar en la mayor medida posible, el trato con otros seres humanos.
Eran alrededor de las tres de la mañana, cuando sumamente deprimido, llegó al único kiosco abierto a esas horas, para comprar una cerveza. Rodeó un grupo de chicanos que se encontraban al lado de la ventana. Pidió una cerveza de litro, la destapó y se sentó en un escalón que había en el frente de una casa a unos diez metros de distancia. Se sumergió profundamente en sus pensamientos, no tenía ganas de ser sociable.
Terminó la cerveza, su cabeza seguía siendo un torbellino de ideas, no había logrado silenciarla. Se puso de pie, caminó nuevamente hacia la ventanilla, pidió otra cerveza. La destapó, pero cuando se dirigía una vez más a su refugio de soledad, fue detenido.

- ¡Eh Yunta!, no va a seguir tomando solo, ¿Oh, si? – dijo una voz amistosa.

Miguel conocía a algunos de ellos, por frecuentar aquellas calles. Pero nunca había cruzado palabra, mas que alguna que otra vez. Bajó la mirada y se acercó caminando tímidamente. El hombre que lo había llamado lo detuvo a medio camino.

- Pibe, con vos esta todo bien…vos sos rubio pero yo igual te banco. – comenzó diciendo. - ¿vos venís seguido por acá, no? – Miguel asintió con la cabeza sin pronunciar palabra alguna. – Bueno, te voy a explicar como son las cosas. Acá se habla con mucho respeto, no interrumpas a nadie mientras habla o te van a terminar acuchillando. Vení, esta todo bien.

Ambos se acercaron al resto del grupo. El hombre que le habló, se hacia llamar Alberto, presentó a miguel con el resto.

Bueno nene. – dijo un gordo sentado en una banqueta y reclinado contra la pared de un edificio. – nosotros tomamos como se hace en Perú. - Todos tomamos del mismo vaso, te servís lo que te vas a tomar, te lo tragas y lo pasas. Como vos compraste esta cerveza, empezas vos.

Miguel llenó el chop hasta pasada la mitad, bebió un largo trago y lo pasó. Alberto, que se encontraba a su izquierda lo miro levantando el entrecejo.

- No no, veo que no entendiste. Te tenes que tomar todo lo que te pusiste en el vaso y de un solo trago.

Miró el fondo del cuenco a través de la bebida, era un largo camino por recorrer. Sabia que se le iba a subir rápidamente a la cabeza e iba a terminar diciendo estupideces. Probablemente lo iban a terminar moliendo a golpes, pensó para sus adentros, pero ya estaba en el juego; no le quedaba otra alternativa que jugarlo, respiró hondo y bebió todo el contenido. Casi sin aliento, paso el chop hacia si izquierda, mientras escuchaba las carcajadas del resto de los presentes.

- El pibe tiene coraje. – dijo uno de los presentes.

Todos volvieron a reír. Algunos hacían comentarios en quechua, que él no lograba entender, volvían las risotadas. La bebida se le había subido rápidamente a la cabeza, no estaba acostumbrado a beber tan de golpe. Alberto sirvió lo que considero que iba a tomar y lo bajo de un solo trago. Lo miró.

- Vos no la pones desde hace tres meses. – dijo señalándolo con un dedo, mientras se le escapaba una risa.

Todos estallaron en carcajadas nuevamente.

- ¿Cómo sabes eso? – dijo ruborizado.

- Cuando terminas de tomar, tenes que tirar la borra al piso. Sino el que se la toma, descubre tus secretos. – dijo el gordo que estaba sentado en la banqueta.

Siguieron bebiendo. El vaso pasaba rápidamente de mano en mano, miguel entendía cada vez menos. Todos reían, él a veces reía en serio, otras solo pretendía entender que le decían. De vez en cuando aparecía alguien nuevo, ofrecían stereos de autos, celulares y otros artículos de dudosa procedencia. A veces alguno compraba algo, pagando una ínfima fracción de su valor, otras veces los echaban a insultos o lo ahuyentaban arrojándole botellas. A miguel lo seguían llamando yunta, preguntó por qué, le contaron que significaba amigo en Perú. Aparecieron unos chicos con unas llantas de automóvil, intentando venderlas, los echaron a los gritos. El gordo le contó que los inexpertos traían problemas, el era el dueño del kiosco y no se iba a ensuciar por ninguno. Tenia a la policía arreglada, pero si las cosas eran muy obvias, el iba a ser el primero en agarrar al culpable y meterlo dentro de la patrulla. “esta todo bien, mientras sepan jugar. Si no saben, que se vayan a otro lado”. El auto policial había pasado algunas veces frente al kiosco, el ambiente se estaba tenso. Parecía ser una noche lenta para la ley, andaban buscando a algún despistado para arrestar.
Fue a eso de las cuatro y media de la madrugada cuando apareció una joven pareja con un pequeño perro. El muchacho compró una cerveza, mientras todos los presentes, le miraban el culo a su novia. Ella lo notó, ellos le sonrieron, le guiñaron un ojo o le hacían gestos con la boca.

- ¡eh, yuntas! ¿No se la van a tomar solos, no? – dijo uno de los chicanos que parecía japonés.

Alberto se les acercó e hizo las pertinentes introducciones, que anteriormente había hecho con Miguel. Los acercó junto al resto y anuncio que sus nombres eran Jimena y Rubén. Pablo, el peruano de rasgos orientales, se aproximó al pequeño perro e intento acariciarlo. El diminuto can comenzó a ladrar y mostrar los dientes. Este agarró rápidamente la correa, le dio un ágil pero firme tirón mientras le chistaba “Chiiii”. El perro inmediatamente detuvo sus ladridos, se quedo quieto al mismo tiempo que bajaba la cabeza y escondía el rabo entre las patas.
Jimena se dio media vuelta y sin aparente razón alguna, comenzó a alejarse. Rubén la alcanzó y la detuvo agarrándola de la mano. Empezaron a hablar, nadie escuchaba lo que decían, hasta que ella levanto la voz.

- ¡Rubén, ¿nos podemos ir?, ¡estos negros no me dejan de mirar el culo! – dijo mientras gesticulaba exageradamente con las manos.

- No se quien es mas histérico, ¿el perro o la novia? – dijo el gordo sentado sobre la banqueta.

Todos comenzaron a reír nuevamente, mientras el chop de cerveza volvía a dar vueltas. Miguel ya estaba sumamente borracho, intento acariciar al perro, éste le tiro un tarascón, dejándole marcados los colmillos en la palma de la mano.

- Nooooo, nunca tenes que acercarte a un perro con la palma para arriba. – Le dijo Alberto. – si vos te acercas de esa manera el perro tiende a morder. Vos te tenes que acercar así, ¿ves? – mientras le mostraba. – cuando vos te acercas con el puño cerrado, acercándole esta parte a la nariz. - decía indicando el dorso – entonces el perro te huele, pero no te muerde, por que no se siente amenazado.

- igual este perro no debería estar en la ciudad, es un perro de caza. – le aclaro Pablo, el oriental. – Es un perro para cazar en madriguera, se mete y se mete hondo, eh! Caza zorros, esteee…como se llaman los otros, bueno, comadrejas, hurones. Esta hecho para eso, si vos te fijas se la pasa todo el tiempo olfateando – dijo mientras lo señalaba. – ves, ves, miralo como no para de olfatear. Este perro es así, por que no lo sacan a pasear lo suficiente, es un perro con mucha energía.

- si si si si – continuo diciendo Alberto. – éste no es como el cocker, que también es un perro de caza, está hecho para la caza de eeee…de aves, de patos. Va el cazador, le dispara al pato y el cocker inmediatamente sale corriendo a buscar a la presa. Y lo encuentra eh, puede correr por kilómetros y kilómetros, lo encuentra y lo trae de vuelta.

- ahh, ¿ustedes saben de perros? – dijo Rubén.

- sisisisi yo soy entrenador de perros. – dijo Alberto inflando su pecho de aire mientras hacia ademanes con las manos. Dejando ver una boca con apenas tres o cuatro dientes.

- Viste ese que esta en la tele… ¿como es que se llama? – pregunto Pablo.

- ¿El encantador de perros? – pregunto Rubén.

- Yo soy como ese…- dijo Pablo

- César Millán – le corrigió Alberto. – ¿y tu novia?

- se fue… - guardo silencio por un instante y luego continuó. - Que bueno, por que yo adopté a este perro hace no mucho, ya siendo grande. Y la verdad es que mucho no se que hacer. Hace lo que quiere… - dijo Rubén.

Pablo, el encantador de perros oriental, agarro la correa del perro y haciéndole una seña a su dueño para que lo siga, comenzó a llevarlo de acá para allá enseñándole como educar a su perro. Constantemente tironeándole de la correa, mientras hacia el mismo sonido con la boca “Chiiiii”.

- ¿Ves? Vos no tenes que esperar a que haga algo que no queres para corregirlo. Vos te tenes que adelantar y corregirlo cuando ni bien ves que distrae su atención. Mira, mira. – decía mientras caminaban de un lado para el otro.

- Ese es claramente un perro muy inseguro, ves como ladra, ese es un ladrido de perro inseguro. – le decía Alberto a Miguel. – ves lo que te decía, mira como huele todo el tiempo. Todos los perros tienen una energía y hay que aprender a hacer que la gasten, sino se vuelven perros desequilibrados. Yo empecé a entrenar perros cuando tenia catorce años, me ponía los protectores y entrenaba Dobermans. Que es un perro hecho para los policías, los militares. En un principio fueron hechos todos para lo mismo. Pero el pastor Alemán resulto ser mas útil para la policía, es un perro inteligente, obediente y fuerte. Mientras que el Doberman y el Rottweiler, terminaron siendo usados por los militares, por su agresividad, los sueltan y que hagan lo que quieran.

Alberto siguió hablándole a Miguel sobre las distintas razas de perros, sus orígenes, los que son violentos, los cazadores, los perros de pelea, las razas bien definidas, las que les falta cerrar la sangre, las que se usan como mascotas pero fueron creadas para ser perros de pelea, las gestas, los defectos, los problemas de un mal entrenamiento, etc. Durante más de una hora. Mientras, Pablo llevaban a Rubén de un lado para el otro, haciéndole practicar una y otra vez lo que le había enseñado.
Detrás de ellos, el resto de los chicanos, seguían riendo, tomando, haciendo bromas, algunas en español, otras en quechua. Algunos vomitaban, quedaban tirados en la calle y alguno se lo llevaba a rastras.

- ¿A quien queres engañar?, si te la pasas tranzado celulares. – gritó uno de los peruanos que todavía seguía en pie.

- Dale, encantador de perros, encántame ésta, que es desobediente. – Todos reían, seguían tomando.

- Todas las noches las mismas payasadas. – volvían a reír.

- Después cuando era mas grande empecé a entrenar perros de pelea. Pitbulls, Dogos, como se llama este…el perro japonés… el que es todo arrugado… el Shar Pei. La gente lo suele criar como un perro de familia, pero ese es un perro de pelea japonés, se agarran de los pliegues y se destrozan. – le seguía diciendo Alberto a Miguel, apenas haciendo breves silencios para respirar.

Fue cuando el cielo comenzaba a aclarar, que el auto de la policía se detuvo frente al kiosco. Ambos oficiales bajaron de la patrulla. El gordo se levanto súbitamente de su banqueta y se acerco a ellos.

- Desarmaron un auto, unas calles de distancia. – dijo uno de los oficiales. - ¿sabes algo al respecto?

- estee…- comenzó a decir el gordo.

- Sabemos muy bien que a vos no se te escapa nada. – Dijo el segundo oficial – te conviene colaborar…

- Fue ese, el colorado que esta ahí con el chino. Vino hace un rato pidiendo que lo cubramos y los chicos empezaron con su acto de los perros, como casi todas las noches. – se apresuro a decir el gordo.

Los policías desenfundaron sus macanas mientras se acercaban a Rubén. El primer golpe le dio de lleno en la nuca y se desplomó inmediatamente. Una vez en el piso le siguieron pegando durante un rato. No fue hasta que la sangre había manchado gran parte de la vereda, que se detuvieron, lo esposaron y lo arrojaron dentro del auto.

- Ustedes no vieron nada de esto. – dijo el segundo oficial, mientras se sentaba en el asiento del acompañante.

La patrulla arranco y se marchó rápidamente.

- Bueno pibe, se terminó la fiesta. – le dijo el gordo a Miguel. – llevate el perro, ahora es tuyo.

- ¿Yo para que quiero el perro este?

- No me importa, hace lo que quieras con el bicho, ahora es tuyo.

- Bueno…te lo cambio por un celular y dos stereos.

- ¿Me estas cargando pibe?

- Para nada…

- Te doy dos celulares y conformate.

- ¡Trato hecho!

2 Dementes dijeron:

Anónimo dijo...

me parece que con lo de yunta te referis a cumpa...puede ser? Fijate vos.

Pentotal sódico dijo...

no no, quice poner "yunta" que significa "amigo" en quechua.
me imagino que siendo un pais que habla 3 idiomas (español, quechua y aimara) debe haber mas de una manera de decir amigo! jejeje
pero gracias de todos modos por el consejo anonimo lector!!
gracias por pasar y leer. saludos!