Charly vomitaba sin cesar en el inodoro, mientras se preguntaba, “¿por que mi vida es tan mierda?”. Los últimos años habían sido un verdadero fiasco, una desilusión tras otra, lo único que no lo había abandonado era la bebida. Su mujer lo había dejado, su hija lo odiaba, por que su ex era una perra manipuladora. Su abogado le había hecho un arreglo injusto, por un conflicto de intereses, ya que éste había sido el objeto de despecho de su esposa. Ahora, después de mucho tiempo para poder superar tanta basura, había sido abandonado nuevamente. Solo que esta vez, por un muchacho veinte años menor que él.
Sonó el timbre, rechinó infinitamente entre los azulejos del baño; y él creyó que su cabeza estallaría. Al no encontrar papel higiénico, se limpio la boca, con la manga de buzo morado. Atendió el portero eléctrico.
- Holugh – dijo intentado evitar que más jugo gástrico saliera por su boca.
- Soy Juan, me enteré, vengo a verte. – sabía muy bien de su problema con la bebida, aguardó un momento, y luego continuó. – baja a abrirme.
Bajó la escalera circular, con sumo cuidado, agarrandose firmemente del barandal. Conocía esos escalones de memoria. No recodaba cuantas veces los había recorrido, en todos los estados imaginados, pero esa noche se le complicaba de sobremanera mantener el equilibrio.
Una vez en la planta baja, abrió la puerta de calle y sin decir una palabra se dio media vuelta para emprender la ardua tarea de regresar a su apartamento.
Cuando Juan ingreso en aquel pequeño departamento, lo único que Charly había podido comprar después que su abogado le diera todo lo demás a su ex, a cambio de unos cuantos polvos, se encontró con su amigo, tirado, sobre el sofá con la cabeza colgando de uno de los lados.
- ¿Nancy se fue? – dijo Juan mientras comenzó a preparar café.
- Si, como si todo este tiempo no hubiese significado nada, así de fácil.
- ¿Dijo algo?
- “En los últimos tiempos me estuve viendo con otra persona y lo prefiero a él”.
- Ouch!
- A la hora de irse, las mujeres son realmente despiadadas, como si los hombres no tuviésemos sentimientos, viviéramos el día a día solo guiados por la testosterona.
- Bueno, no esta tan lejos de la realidad jajjaa.
- Dios realmente debe odiarme, siempre pensé que era tan solo una mala racha, que tarde o temprano se terminaría, pero veo que siempre puedo caer mas abajo.
- Dios no te odia, sino no estaría en tu departamento preparándote café y escuchándote quejarte de cómo tu vida es una mierda. - Aclaró mientras colocaba dos tasas de café sobre una pequeña mesa ratona.
- ¿Otra vez con eso de que sos Dios? Realmente no estoy de humor como para escucharte decir eso ahora. – decía mientras se incorporaba, no sin una considerable cantidad de esfuerzo.
- No es una broma, te lo dije cientos de veces y nunca me creíste, sos la única persona a la cual se lo comenté.
- Bueno, supongamos que soy amigo de Dios, ¿Por qué me pasan todas estas cosas, no debería estar bendecido o algo así?
- No es tan fácil, hay reglas en el universo a las cuales incluso Dios esta atado. ¿Crees en toda esa basura de la biblia del Dios omnipotente y omnipresente? Esos son cuentos de niños.
- ¿Cómo es eso?
- Si un humano entabla una relación con un Dios, este automáticamente pierde influencia sobre él. Y la jurisdicción de dicho individuo pasa a cargo de otro ser supremo.
- A ver si entiendo bien, me estas diciendo que la culpa de todo lo que me pasa es de otro Dios.
- Bingo!
- ¿Por qué hace esto conmigo?
- Bueno, supongo que es para desquitarse conmigo. Yo la abandone para vivir entre los humanos, me intrigaban.
- ¿O sea que toda la mierda que estoy viviendo, es por que vos abandonaste a tu mujer?
- En pocas palabras.
- Cuesta creerlo, si me das una sola prueba de que sos un Dios, prometo creerte.
- Vamos.
Ambos descendieron a la plata baja, Charly abrió la puerta de calle y salieron. Caminaron unas dos calles en dirección al sur. Juan miraba de un lado a otro, como si buscase algo en particular. Cada vez que su amigo mortal iba a decir algo, la deidad lo callaba con un gesto de la mano, para luego indicarle el nuevo camino que tomarían. Se detuvieron en una esquina, cuando de la vereda de enfrente se toparon con un hombre paseando a su perro. Con una señal de la mano, Juan le indico que observara con atención lo que iba a ocurrir. Entonces un estruendo estremeció al Dios hasta la medula, si es que los dioses poseen una de esas. Al girar sobre sus talones, Juan vio que su amigo estaba muerto, aplastado por un inmenso piano de cola que había caído sobre él, proveniente de quien sabe donde.
- Vamos, ¿tanto problema por que me gusta jugar a los bolos? – dijo Juan mirando hacia el cielo con cara de resignación.